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viernes, 6 de abril de 2012

LA MAGIA DEL SILENCIO

En cierta ocasión, en una de las reuniones periódicas del ashrama, el Maestro nos dijo que el silencio es el mejor de los sonidos, y aquello parecía casi imposible de comprender, cómo el silencio puede representar una forma de sonido; y sin embargo, conforme fue pasando el tiempo nos dimos cuenta verdaderamente que el sonido es una actividad objetiva y que el silencio es una actividad subjetiva, que todo en el Plan de Dios es actividad y que depende del grado de selectividad de los sonidos o de las palabras, y de la selectividad mística del silencio, donde se estructura la coraza del discípulo, la luz, la coraza con la cual tiene que repeler los golpes que da el mundo a todos aquellos que se apartan por ley de vibración de su estamento… (corte de sonido)… de la prohibición en el ashrama de hablar en tanto no se haya producido el silencio en su interior —me refiero al discípulo—. Que es algo que puede aplicarse a la vida organizada sea cual sea el estamento social en donde el ser humano desenvuelve sus actividades. Hablar es un sonido, pero si el sonido no arranca de este bloque inmenso de silencio que es supremamente espiritual, la palabra contiene desorden ambiental. No se trata de hilvanar intelectualmente una serie de sonidos que responden a sonidos mayores, como pueden ser las ideas —la idea es un sonido— sino que el proceso tiende a oscurecerse, a completarse dentro de un sinnúmero de argumentos sólidos e intelectuales, tratando de argüir en favor de una forma de pensar, de una forma de hablar, de una forma de sentir, es así como han nacido las creencias, las doctrinas dentro de la humanidad, entonces, si la persona sabe aquilatar perfectamente el valor del silencio encontrará dentro del silencio la fuerza que precisa para poder hablar con oportunidad y con entera impersonalidad. Al discípulo, que recién ahora, por ejemplo, entre en un ashrama y se le aplique la ley de los fuertes y se le exija silencio como premisa para penetrar dentro del santuario místico donde está el Maestro, tendrá que hacer un examen de conciencia y darse cuenta de si realmente puede penetrar ya en este umbral del ashrama, un umbral periférico donde ya debe empezar a aprender a callar, no a hablar correctamente, a callar, porque no se puede hablar correctamente si el Alma del discípulo, o del ser humano, sea cual sea su grado de evolución, no haya aprendido a silenciar todas sus actitudes. La distinción entre el silencio de palabra, el silencio de pensamiento, el silencio de actividades, es muy distinto, pero cuando yo hablo del silencio del ashrama me refiero al conjunto de este silencio de pensamientos, de ese silencio de palabras, de este silencio de actitudes. Una actitud de conciencia es un sonido, un pensamiento es un sonido, una palabra es un sonido, entonces, para que la palabra surja realmente edificante, comprensible, sencilla, que puede llegar al corazón de las gentes, debe surgir forzosamente de este silencio místico que establece el Alma cuando ha aprendido a callar. El mundo cree que en un ashrama se aprende a hablar y no es este el caso, en un ashrama se aprende a callar, porque el mundo habla constantemente, desordenadamente, demasiado, está llenando el ambiente de una serie de vibraciones que tienen que ver con el ambiente social que nos rodea, de tanto hablar, de tanto mariposear alrededor de las palabras, de tanto querer infundir respeto a su alrededor por la palabra, el hombre, el ser humano, ha ido perdiendo su capacidad de silencio, entonces automáticamente se le cierra la puerta del ashrama. Hay que tener en cuenta esto, porque si aprendéis a callar es cuando empezaréis a razonar y cuando empecéis a razonar es cuando aprenderéis a hablar, no a hablar sin ton ni son, a hablar por tener ciertos conocimientos intelectuales, y que están muy mal digeridos cuando existe este permanente deseo de exteriorizarlos. Si todo el valor de las palabras que podamos emitir las refundiésemos en su completa estructura y las depositásemos en el corazón, las dejásemos allí arrinconadas esperando el día de la oportunidad, entonces veríamos que hay una etapa dentro de nuestra vida que es de silencio. No me refiero al silencio místico de los místicos del pasado, de los quietistas de la Edad Media, ni de aquellos que están tratando de buscar a Dios por el sendero del misticismo más complejo, más lleno de dificultades, sino que en la práctica del escuchar atentamente estamos adquiriendo un silencio. ¿Os habéis dado cuenta, cuando escucháis a otra persona, que quien escucha la mitad de sus oídos están hacia dentro de sí mismo, que solamente escucha con media parte de sí mismo, con una sola oreja? ¿Os habéis dado cuenta que el silencio es escuchar atentamente hacia dentro? Porque el silencio es escuchar. Cuando existe un silencio permanente, un silencio que se ha ido haciendo dentro del ser, es porque hemos escuchado muy atentamente: el sonido de la naturaleza, el sonido de las personas, pero, por encima de todo el sonido de nosotros mismos para percibir las pulsaciones del más diminuto átomo que constituyen nuestros cuerpos. Hay que escuchar hacia adentro y no hablar hacia afuera, cuando se llega al complemento vital de esta estructura de sonidos que hemos ido construyendo y que se ha convertido en nuestro ambiente social, cuando seamos capaces de derrumbar esta estructura dentro de nosotros mismos y, sin embargo, quedar enteros, llenos de vitalidad, de este vigor que solamente da el contacto con el ser espiritual, os daréis cuenta porqué estáis aquí y ahora, no antes ni después. Os he dicho muchas veces, no sé hasta cuando deberé repetirlo, que los grupos de la Nueva Era se caracterizan por la brevedad y por el dinamismo, brevedad en el razonamiento, brevedad porque hay que ser parco en palabras y en actitudes, dinamismo porque el dinamismo sólo puede surgir del silencio, las palabras sólo tendrán valor y potencia mágica cuando surjan de un bloque de silencio, cuando la palabra en sí como actitud objetiva ya sea un silencio que se está manifestando, que se está adueñando de todas y cada una de las fibras que componen nuestro ser, y andar constantemente este camino de renuncia a las palabras, de renuncia a las actitudes prefijadas que no son sino un símbolo de cristalización y salir triunfantes de nosotros mismos con un ímpetu desconocido, con un poder que no puede ser descrito con palabras, y darnos cuenta que la magia de la palabra cuando uno es un mago, es decir, cuando la palabra, el mántram, la voz, el Verbo, arranca del fondo del ser, que no tiene problemas o dificultades en su propio ser, os daréis cuenta entonces de lo que es realmente la magia, cuando hablando estéis realizando magia, que cuando estéis en silencio la magia se está igualmente realizando, porque la magia del silencio es la magia infundida en las palabras que surgen de este silencio. Y aprender a dominar el ímpetu de hablar y hablar, la verborrea que se adueña del corazón y del cuerpo emocional y resta energía a la mente, porque la mente no es un semillero de pensamientos sino que es una luz vibrante dentro de nosotros, que con su propia luz debe iluminar todos y cada uno de los pensamientos que están dentro de esta mente. Llegar a un completo vacío de toda esta estructura que hemos construido, llegar así radiantes y magnéticos como lo es el Maestro, pues de él hemos de aprender, utilizando la técnica de la aproximación, por semejanza, tal como es la ley, ver lo que hace el Maestro, comprender lo que hace el Maestro, lo que dice el Maestro, ver sus actitudes reflejadas en su aura magnética radiante, porque el Maestro no tiene necesidad de hablar porque ha consumado en su Yo el seno místico del silencio, y que cuando habla lo hace por la propia boca del Logos Solar o del propio Logos Planetario. Lo menos que podemos hacer nosotros es hablar por boca del Maestro, ¿y cómo podemos hablar por la boca del Maestro si solamente contenemos argumentos mentales?, una estructura férrea, sólida, cristalizada, por más que se diga esotérica, pero que tiene necesidad de surgir al exterior para que se sepa que somos esotéricos, lo cual es la negación del esoterismo tal como lo comprende el discípulo en el ashrama, o tal como un discípulo ha aprendido esto de labios del propio Maestro, y además la experiencia se lo está demostrando, que el valor de sus palabras radica en que sabe guardar silencio, que no tiene necesidad de surgir llevando consigo este monolito tremendo de ideas y pensamientos tratando de meterlo en la mente de los demás, para que digan: “Sí, este hombre sabe”, pueden decir: “Este hombre conoce”. Sabe, no, porque la sabiduría está en el corazón. En el corazón se asienta el templo místico del silencio, el templo místico de la liberación, de la iniciación, es la sede del Santo Grial de la conciencia, y ahí hay una quietud impresionante, es un silencio sobrecogedor, que todos estamos completamente y reiteradamente desdiciendo, o evadiendo, no queremos el silencio, preferimos el parloteo, la verborrea desbordada, porque esto nos llena el pequeño yo, la pequeña copa del pequeño y humilde yo, cuando la copa del Santo Grial está llena de sangre, de sangre del silencio impuesto a la personalidad, aunque sangre por todas las aperturas de su ser, hasta contener como vaso sagrado la ley del espíritu, la ley de la permanencia mística y la ley de la comunión de los santos, que es lo que tendría que ser un grupo esotérico. Así que podemos hablar quizá de un grupo de amigos que se reúnen para decir cosas esotéricas, pero no un grupo esotérico esperando la bendición del Maestro o el amparo de los ángeles que llevan en sus manos la inspiración de todos y cada uno de nosotros. Si cuando se produce este silencio nos dejásemos abandonados al mismo, veríamos que hay una fuerza tremenda que nos está absorbiendo, que nos está succionando, llevándonos hacia dentro, ¿y qué sucede al llegar a cierto estadio?, tenemos miedo, y automáticamente volvemos a ser los de antes, se ha perdido el éxtasis del silencio, volvemos a las actitudes objetivas donde se afinca y donde se apoya la personalidad. Y de esta manera no vais a reconocer nunca al Maestro, aunque se presente aquí no lo vais a reconocer, porque Él es un silencio personificado, porque Él es el silencio de las altas esferas triunfales, porque Él carece por completo de personalidad, es el aire que no vemos y no lo podemos coger. Y si viene el Maestro aquí no lo reconoceremos, ni reconocemos a sus mensajeros, a los ángeles, y aunque hablemos de ángeles, de devas y de toda la corte angélica, continuaremos establecidos en el seno de nuestra propia personalidad, viviendo de las migajas de pensamientos albergados en nuestra mente a través de los siglos, sin potencia creadora, sin fuerza para emprender el largo viaje que conduce al santuario místico del Grial, o del silencio. Tenéis que preguntaros esto muy intensamente porque puede que estéis al borde de un acontecimiento místico de trascendencia espiritual muy elevada, y que por vuestras ideas, por vuestras locas tentativas, por vuestro espíritu de objetividad manifiesta estéis perdiéndola, y una oportunidad espiritual de cierto calibre se presenta sólo una vez en la vida, después, igual que sucede con un relámpago en una noche oscura, desaparece del corazón dejándolo más oscuro que antes. El secreto de la permanencia es el secreto místico del grupo, ya sea un grupo constituido por un Logos Solar y sus Mensajeros, ya sea el Logos Planetario dentro de su concilio con todos los Maestros que cooperan en su obra de transformación del mundo, ya sea en un ashrama con el Maestro en el centro vitalizando su entorno y cada uno de los discípulos, ya sea aquí en nuestro pequeño y humilde grupo, la ley siempre es la misma, es la ley del silencio, y la ley del silencio es la ley de la renuncia y la ley de la humildad, y el resultado de la humildad y la renuncia del silencio místico, es este dejar que se hagan las cosas de acuerdo con la ley, no de acuerdo con nuestra voluntad que constantemente nos está equivocando, que nos está llevando de aquí para allá sin tener un control de nosotros mismos para poder liberarnos definitivamente de estas locas tentativas, de hacer algo objetivo para que las gente lo reconozca. Nada peor para un discípulo que esta sensación de que no se hace nada. Cuando el discípulo cree que no hace nada es que realmente no sabido penetrar en el ser místico del silencio, este es su pecado, en este pecado kármico está su falta de oportunidades para el futuro inmediato al cual hago referencia. Si Cristo debe acercarse a la Tierra, si tiene que manifestarse entre nosotros al final del siglo, como se dice esotéricamente, sea cual sea el nivel donde se manifiesta, sólo será posible si existe mucho silencio en el mundo, porque fue el ruido del Imperio Romano, el ruido de los judíos y el ruido de los que no comprendieron, los que acabaron con su vida mística, los que perdieron la oportunidad de recibir el Santo Grial en su propia época y no esperar que fuese el tiempo el que depositara el Santo Grial en el corazón de aquellos remanentes cristianos que se esforzaron. Quizás muchos de nosotros pertenecemos a algunos de aquellos remanentes, que no claudicaron, que no le abandonaron y que continuaron en los planos sutiles trabajando para que Él pudiera afirmar su presencia nuevamente en el mundo. Pues estamos enfrente de situaciones tan extraordinarias, si la vida que nos rodea es tan fútil y tan poco interesante, pero que cautiva nuestro corazón al extremo de llenar el corazón y la mente de complejidades y de falta de atención hacia nosotros y hacia los demás, de falta de atención hacia las circunstancias que nos rodean, de falta de amor los unos con los otros, ¿qué podemos esperar? La disolución correcta será el correcto medio de terminar con esta situación, y os lo digo con toda seriedad y honradez. Depende de vosotros el que podáis tener un cierto contacto con un ashrama, al cual me honro pertenecer, del cual recibo toda la información, algo que todavía no se ha escrito en los libros, pero que estoy esperando el momento para comunicarlo, y que frente a una oportunidad, no por mí, sino aquel por el cual vivo y siento, y le seré fiel mientras viva y después que muera, esto sí que me da pena, esto sí que me hace preguntar a veces si después de tanto tiempo de decir lo mismo con diferentes palabras estáis todavía en el mismo sitio que empezamos, en ciertas aspectos. La ley del justo es la ley del humilde, la ley del humilde es la ley del silencio, y la ley del silencio es la ley de aquellos que pueden hablar en presencia del Maestro, y que al hablar no pueden ofender, porque el yo que ofende ha desaparecido por completo de sí, solamente queda el silencio impresionante, el silencio inmanente que se está constantemente fundiendo con el silencio trascendente de la propia Divinidad encarnada por el Maestro, o encarnada en cualquier ashrama de la Jerarquía, realmente digna de este mundo, y continuar nuestra ruta sin preocuparnos más que de ser justos y honrados en nuestro acontecer, este es lo mejor de los servicios, esta es la mejor prueba de que se está en un ashrama de la Jerarquía, o que se está enlazado con un ashrama de la Jerarquía, sea cual sea el nivel al cual se hace referencia, o al cual podamos pertenecer, y este silencio que se produce cuando estáis comprendiendo las cosas bien, no porque os las diga yo, sino porque os dais cuenta en este momento de que realmente lo único que os puede salvar del caos envolvente, de este embarazo social, de esta gran precipitación kármica de la vida de la naturaleza, es estar presente aquí y ahora, que podéis utilizar los resortes de la fe, de la voluntad, de la honestidad y del equilibrio, y seguir adelante venciendo todos los obstáculos que se opongan a vuestro silencio, que estéis atentos sea cual sea la cosa que estéis realizando, y veréis que el silencio no es difícil de adquirir. No vamos a decir: “ahora voy a caer en el silencio”, en tanto que los pensamientos van y vienen y los deseos están infundiendo calor a nuestro ser impulsándonos a la acción, sino que cuando estáis muy atentos, como estáis ahora, se produce un silencio, repito, una expectación, que es donde tenéis que refugiaros frente a las asechanzas del yo inferior, esto vence todos los obstáculos y pone en contacto el ser con toda la naturaleza, hasta el punto de que el silencio se está convirtiendo en el Verbo, entonces iréis por el mundo con el Verbo en cualquiera de vuestras expresiones, ahora, más humildes, contendrá el Verbo de la propia Divinidad, será el aspecto expresivo de aquella conquista, de aquella riqueza interna que habéis atesorado, será la liberación del premio de la humildad, no la codicia de las palabras ni el deseo de los hechos espectaculares que sólo os traerán desolación, dolor, aunque al principio aparezca como un éxito. Yo hablo para los tiempos lejanos, sin embargo, estos tiempos lejanos están aquí, muy cerca de nosotros si somos capaces de interpretarlos y después de vivirlos, pero, tened en cuenta - seguramente que esto ya no lo repetiré más - que un grupo esotérico se cualifica por su capacidad de silencio, el día que nos reunamos solamente en silencio, solamente para aprender a callar, será el más grande de los éxitos, porque os daréis cuenta que a veces las palabras son el enemigo de la razón pura y que, por lo tanto, no es a través de las palabras que surgen de una mente incipiente, todavía no controlada y llena de pensamientos, que tiene que descubrir la verdad, la verdad, el amor, la compasión, la justicia, solamente serán comprendidas y asimiladas como experiencia dentro del silencio, porque el silencio es la fuente eterna de donde mana todo este caudal de conocimiento que tratamos de adquirir a todo precio, o a cualquier precio... (se interrumpe el sonido) FUENTE: Magia Organizada Planetaria. Conferencia de Vicente Beltrán Anglada En Barcelona, 13 de Septiembre de 1984 Posteado x Cometa Azul

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