
Y no sólo eso: sin brújula -no existía-, orientaron sus cuatro paredes a los cuatro puntos cardinales con una precisión pasmosa; sin hierro practicaron agujeros que parecen hechos con un taladro en los que al examinar las muescas se ve que cada vuelta de torno profundizaban en el granito hasta doscientas veces más que lo que lograríamos nosotros hoy con un taladro de punta de diamante; y sin instrumentos ópticos orientaron algunos canales internos hacia la posición que ocupaban estrellas como Sirio, Zeta Orión o Alfa del Dragón, muy importantes dentro del contexto religioso egipcio.
Esos y otros detalles evidencian que los constructores de la Gran Pirámide poseían unos conocimientos científicos que los expertos dudan en conceder a los primeros egipcios. ¿Y entonces a quién? La falta de pruebas concretas sobre la autoría de este monumento, en el que no se han encontrado grandes inscripciones con el nombre del faraón que las levantó, han dejado el terreno abierto a la especulación. A atlantes hasta extraterrestres se les ha atribuido la construcción de este edificio... sin pruebas.
En realidad, tratándose de la Gran Pirámide, casi no hay pruebas de nada. Por raro que parezca, nunca se ha encontrado la momia de un faraón dentro de una pirámide. Es más, cuando se ha encontrado el ajuar funerario -los tesoros-, no había cuerpo, e incluso cuando se la localizado alguna cámara sepulcral intacta en una pirámide, el sarcófago ¡siempre estaba vacío! ¿Por qué? Algunos expertos creen que las pirámides nunca sirvieron como tumbas, sino como templos iniciáticos. Se apoyan en anomalías tales como que el faraón Snefru (el padre de Keops) se construyó tres pirámides (¿para qué querría tres "tumbas"?), o que el simple hecho de levantar un monumento tan llamativo como una pirámide era un reclamo irresistible para los ladrones de tumbas. En 1994, un ingeniero angloegipcio, Robert Bauval, propuso una idea genial
.
Se dio cuenta que las tres grandes pirámides de la meseta de Giza estaban distribuidas sobre el desierto de manera idéntica a como estaban las tres estrellas del "cinturón" de la constelación de Orión. Estudiando los llamados Textos de las pirámides, Bauval descubrió, además, que para los antiguos egipcios Orión era el equivalente celestial del dios Osiris, y su "cinturón" era lo que los egipcios llamaban el Duat, una especie de "puerta" por la que el alma del faraón debía pasar para llegar al Amenti, al más allá. ¿Era tan ilógico creer que quien levantó las pirámides lo hizo pensando en construir sobre la tierra una réplica gigante de la "puerta" al más allá para el faraón? Los últimos estudios demuestran que, en efecto, las pirámides eran una especie de "máquinas astronómicas", lo que convierte el enigma en más irritante si cabe.
¿De dónde obtuvieron los egipcios esa precisión astronómica? ¿Y matemática? No olvidemos descubrimientos como el que hizo en el siglo pasado John Taylor, al demostrar que el perímetro de la pirámide dividido entre el doble de su altura equivale a 3,1416... el número pi. Pero, según nos enseñaron en el colegio, pi ¡lo descubrieron los griegos siglos más tarde! El último enigma de la Gran Pirámide saltó en 1993 cuando un pequeño robot diseñado para explorar un angosto pasadizo de 20 x 20 cms. que atraviesa todo el monumento desde la llamada "cámara de la reina", descubrió algo sorprendente.
Una puerta con sendos pomos de cobre derretidos por el tiempo parecía impedir el paso a una cámara secreta. De confirmarse las sospechas, y dado que 60 metros de galería minúscula separan esa cámara de la "de la reina", esa habitación sería el único recinto intacto que podría existir en la pirámide. Qué contiene, para qué se diseñó y cuándo se abrirá esa portezuela es algo que decidirán un día de estos las autoridades egipcias.
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