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domingo, 24 de junio de 2012

FUE JESUS UN MAESTRO ESSENIO ?


Los Esenios se consideraban un grupo en el centro de todos, porque cualquiera que hubiera puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma y estuviera listo para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad podía formar parte de su Fraternidad tan pronto pasaran con éxito las pruebas selectivas y severas penitencias junto a un estricto ascetismo, no sólo en el primer año de su iniciación, sino en los subsiguientes períodos, donde comenzaban a ser invitados a los ágapes o cenas íntimas.

Sólo las almas despiertas de 21 años como mínimo podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad, y comenzar el sendero de evolución sin fin a través del ciclo de sus encarnaciones.

Antes de ingresar a la secta, el candidato recibía una pequeña hacha, un paño de lino y un vestido blanco. Después de haber dado tiempo pruebas de su fortaleza durante un año, avanzaba aún más en su forma de vida y participaba de las aguas sagradas para sus purificaciones. Tras demostrar su constancia y poner a prueba su carácter durante dos años era admitido en la comunidad. Antes de empezar su primera comida colectiva, debía pronunciar juramentos ante los demás hermanos de la secta, prometiendo venerar a la divinidad, practicar la justicia con los hombres, no hacer daño a nadie ni por deseo propio ni por orden de otro, abominar siempre a las o personas injustas y colaborar con las justas, y ser fiel siempre a todos, sobre todo a las autoridades. Si llegaba a ocupar un cargo de poder, debía jurar que nunca se comportaría de forma insolente ni trataría de sobresalir ante sus subordinados por su forma de vestir o por alguna otra marca de superioridad.

Juraba, también, siempre amar la verdad y a aborrecer a los mentirosos, mantener sus manos limpias del robo y su alma libre de ganancias ilícitas; no ocultar nada a los miembros de la comunidad ni revelar nada sobre ella a las personas ajenas, transmitir las normas de la secta de la misma forma que ellos las han recibido, y abstenerse de participar en el bandidaje.

Solamente una vez verificadas las aptitudes para la vida interna del candidato, éste tenía que practicar una especie de meditación. En completa calma, examinaba su vida pasada con toda claridad, para poder hacer un recuento objetivo de la sabiduría adquirida. Tenía que discernir entre los impulsos que había recibido del "cielo" y los de "su ángel" durante su infancia y a través de su vida, y observar la forma en que había respondido. ¿Trató de alejarse de ellos o se mantuvo fiel?

Mediante ese análisis, se forjaba un nueva relación con el mundo superior del espíritu en libertad, y el candidato era llevado a conocer sus propios errores, la causa de todo su sufrimiento. De esta forma, podía efectuar cambios dentro de sí, tomar el control de su vida, hacerse responsable en el sentido iniciático de la palabra, y prepararse en forma efectiva y con plena conciencia para entrar en la Comunidad de la Luz.

Las comidas comunitarias eran la primera incorporación del aspirante. En ellas se leían e interpretaban las Sagradas Escrituras en su esencia y no en su forma, de modo que el Iniciado recibía el conocimiento de las Sagradas Leyes, comprendía la divinidad del hombre septenario con el alma que permanece en una etérea región entre el espíritu y el cuerpo corruptible y transitorio que la ayuda a crecer.

Así, entraba al mundo sagrado del sendero real y se convertía en un Hermano (o Hermana) de la Comunidad. Junto con sus blancas ropas de lino, recibía la misión que debía desempeñar durante su vida, con un propósito y una orientación que nunca debería abandonar y que era una forma de unirse a Dios y hacerse útil para la tierra y la humanidad. Nunca debería separarse del hilo conductor de esa misión, que le daba un significado positivo a su pasaje en la tierra y lo convertía en un verdadero ser humano. Para los Esenios, ser hombre era llevar dentro de sí una hermosa luz, para ofrecerla a la tierra, a sus habitantes, y a sí mismo.

Las ropas blancas eran la materialización del poder del bautismo y de la pureza del alma, que lo protegerían de las muchas contradicciones del mundo. El cayado o bastón simbolizaba el conocimiento de las leyes secretas de la vida y su capacidad para utilizarlas armoniosamente por el logro exitoso de su tarea. Los iniciados se dividían en cuatro clases. Los más recientes, considerados una categoría inferior, debían lavarse si tocaban a algún veterano.

Otro requerimiento de todo esenio era jurar respeto por la tierra como ser viviente, sagrado e inteligente. Para mantenerse en contacto con ella, para honrarla y participar en su sana evolución, debía tener sus pies en contacto con la tierra --y algunas veces, incluso su cuerpo entero- por lo que frecuentemente los Esenios frecuentemente andaban descalzos.

El conocimiento viviente de las leyes de la reencarnación (las leyes de la evolución y la compasión) y las leyes del destino (las leyes de causa y efecto) permitían a los hierofantes escoger la misión que correspondía exactamente al trabajo que cada alma que venía a la tierra tenía que desempeñar. Para cumplir esta misión en particular, la persona debía enfrentarse a sí mismo, interrogarse y buscar la asistencia del Espíritu Santo. Periódicamente tenía que revisar su vida , observar la forma en que ésta transcurría ante sí, como las páginas de un libro, y preguntarse si lo que veía era digno de ser incluido en el Gran Libro de la Vida. Cada pensamiento, cada sentimiento, cada acto, y también sus motivaciones, tenían que estar claramente delineados "en blanco y negro".

Los Maestros Esenios conocían por experiencia cuán pronto uno puede desviarse del sendero de la luz y perderse, por lo que la tarea del neófito era simplificar todo dentro de sí para convertirse en uno con su ideal. Si este ideal solamente brillaba en forma intermitente, como si quisiera llamarlo al orden, no era una buena señal, y de inmediato debía esclarecer su vida para poder mantener vivo y puro su vínculo con el Altísimo, la fuente de toda sanación.
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Se dice que los Esenios eran poseedores de un modo de vida excelente y virtuoso, llevaban una vida en total ostracismo, dedicada al trabajo agrícola y la oración, apegada al estricto cumplimiento de la Ley de Moisés. Esta fraternidad de hombres y mujeres santos vivían juntos en una comunidad, y fueron las semillas de lo que más tarde sería la Cristiandad y la civilización occidental. Habitaban con máxima modestia en cuevas, cabañas o en celdas, como los antiguos hebreos, y sólo se reunían en el monasterio para realizar sus actos sagrados comunes, para orar y para las comidas. Practicaban la humildad, y por ello las tumbas de su cementerio eran de gran sencillez, sin adornos, inscripciones ni ofrendas.

De hecho, al investigar en las ruinas de Qumran se descubrieron bodegas, acueductos, baños rituales y un salón de asambleas. Uno de los cuartos más interesantes fue el escritorium, identificado por dos tinteros y algunas bancas para los escribas.

Como secta, los Esenios se habían separado del Templo de Jerusalén, una especie de monjes que se regían por un consejo de 12 personas a cuyo mando estaba un enigmático personaje llamado Maestro de Justicia, un sacerdote de la estirpe de Zadok. Tras la muerte de su líder, pocos discípulos sobrevivieron y, al llegar Herodes el Grande, algunos quisieron reintegrarse en la sociedad judía puesto que la profecía de Jacob en el Génesis hacía referencia expresa de que el Mesías llegaría cuando el cetro de Israel ya no se hallara en manos de un judío (curiosamente, Herodes no era judío, sino idumeo). Lo cierto es que Herodes defraudó a los Esenios, y cuando le sucedió su hijo Arquelao en el año 152 a.C., descontentos con la frivolidad y decadencia del sacerdocio hebreo dominado por los fariseos y saduceos, se retiraron de la ciudad de Jerusalén hacia el desierto, a Qumrán, donde se mantuvieron como uno de los principales grupos religiosos en que se dividía el judaísmo anterior a la destrucción del Templo de Jerusalén, en el año 70 d.C.-Allí se mantuvieron hasta que en el año 68 a.C., las tropas romanas destruyeron el monasterio de Qumran y parte de su comunidad posiblemente como parte de las guerra entre romanos y rebeldes judíos.

Se dice que la evolución tanto espiritual como material de los Esenios causó envidias de otras comunidades y generó una feroz persecución por parte de los romanos. Al acercarse la décima legión romana a Judea para acabar con la revuelta judía de los años 66 a 70 d.C. y reducir a los rebeldes judíos, los Esenios huyeron, no sin haber ocultado antes su riquísima biblioteca en las cuevas de los alrededores con el fin de preservar sus conocimientos y tradiciones. Las fechas coinciden, ya que los escritos más antiguos datan del siglo II a.C.,y los últimos de la primera mitad del I d.C. Los sobrevivientes de esta comunidad se vieron obligados a emigrar a otros países.

Lo anterior se encuentra avalado por las excavaciones realizadas en las ruinas entre 1953 y 1955, y que condujeron a descubrimientos que asombraron a la ciencia. Tras descubrir una tinaja muy parecida a la encontrada en la primera cueva, los arqueólogos encontraron monedas de la época de los procuradores romanos, de lo que se puede deducir que el monasterio había sido ocupado por los romanos en el año 68 d. de C. Para ciertos estudiosos, los textos del Qumrán no habrían sido conocidos por Jesús y sus apóstoles, aunque muchos de la comunidad tras la destrucción del monasterio podrían haber huido con copias de sus manuscritos, de modo que los autores de los Evangelios habrían tenido acceso a su contenido, o bien a personas que conociesen los textos.

Sin embargo, no existe ninguna prueba que indique que los Esenios influyeron directamente sobre los primeros cristianos. A pesar de las teorías de algunos investigadores que difieren con la comunidad científica, como Carsten Peter Thiede (en relación con el famoso papiro "7Q5"), aun no se ha demostrado vinculación alguna entre Jesús de Nazareth y los Esenios, y muchos expertos afirman que estos escritos han tenido poca o ninguna significación en lo que respecta al origen y la creación del Nuevo Testamento. De hecho, salvo porque tanto la comunidad esenia como el movimiento original de Jesús eran grupos mesiánicos contemporáneos, que creían que "El Reino de Dios" (o sea un mundo perfecto en donde reinaría un rey justo y divino) estaba cerca, nada más los relacionaría.

No obstante, todo esto no ha impedido que muchos pretendan retrotraer la época de redacción de los Evangelios Canónicos a los tiempos en que la comunidad esenia todavía existía, haciendo de los descubrimientos de Qumran un valuarte para la verificación histórica de los orígenes del Cristianismo. De hecho, los escritos Esenios señalan que antes de Cristo existió un «maestro de la virtud», un ser quizás elegido por Dios y redentor del mundo, como un predecesor de Cristo, que predicó, como el Hijo de Dios, la humildad, la caridad y el amor al prójimo. Después, al igual que él, fue condenado y ajusticiado a causa de la hostilidad de los sacerdotes y de la casta judía dominante, como también le ocurrió a Cristo. Por tanto, los científicos opinan que el esenismo fue un precursor del Cristianismo, y se dice que de los manuscritos se sacan numerosos y decisivos paralelos con los sermones de Cristo. Es especialmente importante la similitud de los textos con el Evangelio del apóstol Juan.

En el documento llamado el Manual de la Disciplina o Ley de la Comunidad, encontrados entre los papiros del Mar Muerto, se establece que el creyente debe continuar viviendo bajo la ley "hasta la llegada del profeta y los ungidos de Aaron e Israel". En otro documento, encontrado en la cueva cuatro y conocido como el Testimonio, se mencionan un número de pasajes del Antiguo Testamento, concretamente una cita de Deuteronomio 18:18-19, donde Dios le dice a Moisés: "profeta levantaré de en medio de sus hermanos, como tú". Después, se incluye una cita de Números 24:15-17, donde Balaam prevé el levantamiento de un príncipe conquistador. "Y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab". El tercer pasaje es la bendición pronunciada por Moisés sobre la tribu de Leví en Deuteronomio 33:8-11. Por la forma como estos pasajes están agrupado, se cree que el escritor esperaba el advenimiento de un gran profeta, un gran príncipe o un gran sacerdote.

Algunos teólogos sostienen que Juan el Bautista, el profeta que anunció la venida de Cristo, también habría pasado algún tiempo con la comunidad Qumran, ya que los Evangelios Canónicos dicen que estuvo un tiempo considerable en el desierto cerca del área donde ésta se localizaba. (Mateo 3:1-3, Marcos 1:4, Lucas 1:80; 3:2-3). Otros de los principales fundadores de lo que luego se denominó la Cristiandad, y considerados faros de la civilización actual, se dice que fueron Esenios, como Santa Ana, y José y María, los padres terrenales de Jesús.

El mismo Jesús habría vivido algún tiempo con los Esenios practicando la meditación; si así fue, Jesús habría leído probablemente estos y otros rollos de los escribas Esenios y, si al final no tuvo una relación directa con ellos, es seguro que si estuvo cerca de ellos cuando oraba en el desierto. Por otra parte, ciertas ideas como " la justificación por la fe" y " la paternidad de Dios", que parecían originales del Cristianismo, ahora se sabe que provienen de la cultura religiosa de la época de los Esenios. Asimismo, determinadas prácticas litúrgicas como las inmersiones en el agua para purificarse eran corrientes durante el siglo I, y ello demuestra que el cristianismo no traía un mensaje completamente nuevo e innovador, sino que podría haberse inspirado en otro anterior.

Algunos autores, incluso sostienen que Jesús de Nazareth, como esenio, fue el fundador de la comunidad del Qumrán. Se sabe que el Maestro de Justicia, si bien fue de suma importancia para el desarrollo de la misma, no fue su fundador. Nunca se atribuyó a si mismo la identidad del Mesías, y lo que realmente hizo fue crear un sistema de ritos, reglas y conductas dirigidas al cumplimiento estricto de la Torah. Jesús, en cambio, habría aprendido de los Esenios el dominio de los sentidos y el desapego a lo externo, desarrollando su elevado nivel de Conciencia suprahumana en la materia. De este modo, habría vencido todas las limitaciones del plano temporal y recibido la Cuarta Iniciación, la más grande jamás dada ni recibida en la Tierra. Muchos historiadores sostienen que cuando el Mesías inició su misión, los Iniciados Esenios se dan cuenta que su tarea ha dado el fruto deseado, y Jesús queda liberado de todo lo que lo unía a ellos. Los Esenios se marginan y Él continúa solo como el Mesías que es, descubriendo en Sí mismo lo que el Padre le encomendó y llegando a ser Jesucristo o la energía del Padre. Se dice que, cumplida su misión de preparar el terreno para la venida de Jesús, los Esenios, a los 50 años de haber Este desencarnado, se dispersaron.



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LOS DIOSES DEL ANTIGUO EGIPTO


El antiguo Egipto estaba lleno de dioses, se creía que los dioses asegurarían el Mayat (la estabilidad). El Faraón era el que garantizaba que los dioses fueran alabados y el Nilo siguiera inundando los campos. Los egipcios creían que todas las personas tenían un alma que sobrevivía a la muerte.

Los antiguos egipcios llamaban a su país "kemet", es decir, la tierra negra, para diferenciarlo del desierto que lo rodeaba o "deshret", la tierra roja, que ocupa el 90 % del país. También se llamaban a sí mismos "remet-en-kemet", el pueblo de la tierra negra, esto es, de la tierra cultivable. La tierra negra no era otra cosa que el fértil limo que el Nilo depositaba durante la inundación anual hasta donde podían llegar sus aguas.

El Nilo se originó gracias a la unión de dos grandes ríos, el Nilo Blanco y el Nilo Azul. Ambos se unen en Sudán y recogen las fuertes lluvias del monzón, provocando sus crecidas periódicas. El Nilo empezaba a crecer a mediados de julio, la
estación akhet, e inundaba las tierras cercanas durante cuatro meses. Para los egipcios, esto señalaba la llegada del dios Hapy, el dios del río, quien traía consigo riqueza y prosperidad.

El caudaloso Nilo forma a su paso un
inmenso y fértil valle. La zona sur recibe el nombre de Alto Egipto. Tras un trayecto de unos 6.000 km, el río, a medida que se acerca al mar, se subdivide en diversos brazos, que los griegos llamaron Delta, por la semejanza con la letra de su alfabeto. Es el Bajo Egipto. Al este del río se extiende el montañoso Desierto Oriental, que desciende hasta el Mar Rojo. Al oeste, el Desierto Occidental, sólo roto por la presencia de unos cuantos pero valiosísimos oasis.

La historia de Egipto
comienza hacia el 3100 a.C., cuando Narmer unifica el Alto y Bajo Egipto en un solo reino y establece la capital en Menfis. Hacia el 2600 a.C. comienza el Imperio Antiguo, un periodo de paz y prosperidad durante el cual se construyó la primera pirámide, en Saqarah. Con la IV dinastía, se pasa de la pirámide escalonada a la pirámide propiamente dicha, cuyos mejores ejemplos encontramos en Gizeh.

Hacia el 2200 a.C. Egipto comienza una
etapa de fuertes convulsiones, en la que el Estado se fragmenta y la capital se traslada a Heracleópolis. Una guerra civil estalla entre esta ciudad y Tebas, de la que saldrá vencedor Mentuhotep II, príncipe tebano. Con él comienza el Imperio Medio, un periodo de expansión en el que se mejoran la administración y el ejército o se conquista Nubia, por parte de Sesostris I. Este periodo de tranquilidad declinó con la invasión de los hicsos, etapa conocida como II Periodo Intermedio.

Hacia el año 1550 a.C. de nuevo el poder se traslada a Tebas. Egipto vive entonces su mayor esplendor, durante el
Imperio Nuevo. Tutmosis es el primer faraón que se hace construir una tumba en el Valle de los Reyes. Su hermana Hatshepsut sube al trono y manda levantar el templo funerario de Deir el-Bahari.

En el exterior, Egipto vive días de gloria:
Tutmosis III conquista Siria y Amenofis III entabla relaciones con Babilonia y Mitanni. Sethi I lucha contra libios, sirios e hititas, mientras Ramsés II, el más glorioso de los faraones del Imperio Nuevo, se enfrenta a los hititas en Qadesh, en el año 1274, y firma un tratado de paz que confirma su dominio.

También durante el Imperio Nuevo sucederá la
herejía de Amenofis IV, al proclamar como dios único al dios solar Atón y hacerse llamar Akenatón, desplazando la capital a el-Amarna. Tras su muerte, Tutankamón abole el culto y devuelve la capital a Tebas. El esplendor del Imperio Nuevo toca a su fin cuando Egipto fue invadido por pueblos extranjeros como los persas, los griegos y, más tarde, los romanos, que gobernaron hasta el siglo VII d.C.
El idioma y la cultura del antiguo Egipto permanecieron olvidados durante un millar de años, rodeados de un halo de misterio y romanticismo. Con el paso del tiempo, las noticias de los viajeros sobre sus espectaculares monumentos despertaron cada vez mayor curiosidad. En 1798, el descubrimiento de la
piedra de Rosetta permitió descifrar los jeroglíficos y abría una puerta por la que asomaba un mundo fascinante. El conocimiento del antiguo Egipto se incrementó con los trabajos de aventureros y arqueólogos, que permitieron, y aún lo hacen, rescatar del olvido el glorioso pasado egipcio, patrimonio de la Humanidad.

Son muchos los lugares cuya mera contemplación permite apreciar, siquiera por un instante, el esplendor de la tierra de los faraones. Remontando el río desde el Delta, nos encontramos primero con
Gizeh, una extensa explanada en la que se levantan majestuosas las tres grandes pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, la única de las Siete Maravillas del mundo antiguo que ha sobrevivido hasta nuestros días. Se trata de un conjunto funerario, construido en el margen occidental del río, pues el Oeste, el lugar donde se pone el sol, era el lugar de la muerte.

Guardando la necrópolis de Gizeh permanece, impasible a los avatares del tiempo y los hombres, el rostro de la
esfinge. Su mirada milenaria, cargada de misterio, contempla el sol naciente en el horizonte. Imagen de dios o de faraón, la esfinge guarda para sí el secreto de la muerte y los difuntos.

Nilo arriba, más hacia el sur, proseguimos nuestro viaje para encontrarnos nuevamente con un lugar sagrado,
Saqarah. Es éste el gran cementerio de la cercana capital, Menfis. El lugar aparece dominado por el gran complejo funerario construido por el faraón Zoser y su pirámide escalonada, la primera levantada en Egipto, hacia el 2650 a.C.

El Nilo, verdadera columna vertebral, nos lleva ahora hasta la legendaria
Tebas, la antigua Uaset. Ciudad de los vivos, dominio del solar Amón, dador de la vida, está situada en el lado oriental, por el que nace el sol. Para su gloria se construyó en Karnak el más grande de todos los templos, el Ipe-isut, y durante 1600 años todos los faraones quisieron dejar aquí su impronta, ampliando o embelleciendo sus edificios. Muy cercano estaba el templo de Luxor, que era visitado cada año, durante la "hermosa Fiesta de Opet", por la imagen de Amón, que bajaba el Nilo celebraba allí su unión con la reina, hecho que aseguraba la descendencia divina del rey y su regeneración.

Frente a Tebas, reino del sol, de Amón y de la vida, se situaba, al oeste del Nilo, el reino de Osiris, el dios de la muerte, justo por donde se pone el sol. Aquí, entre el Nilo y la montaña, muchos faraones ordenaron que les fuera construido un lugar para la otra vida, un "Castillo de millones de años", templo recordatorio para la celebración de su culto. Los valles
de los Reyes y de las Reinas guardan en sus numerosas tumbas, decoradas con vivos colores, los secretos de sus moradores, profanados ya desde muy antiguo por la ambición y la curiosidad. Aquí se encontró la majestuosa tumba de Tutankamón y su maravilloso tesoro, que había de acompañar al joven faraón en la otra vida.

También al oeste del Nilo se hizo construir la reina
Hatshepsut su propio templo funerario, en Deir el-Bahari, hacia 1466 a.C., llamado por lo egipcios geser-geseru, el "sublime de los sublimes".

Prosiguiendo viaje Nilo arriba llegamos a
Edfu, el reino de Horus, el dios halcón. En el año 237 a.C. se inició la construcción de su gran templo, sobre otro precedente. El templo, el más grande de Egipto tras el de Karnak, es también el mejor conservado, y sus paredes, plagadas de inscripciones, le convierten en una verdadera biblioteca grabada en la piedra.
Muy cerca, Nilo arriba, llegamos a
Kon Ombo, dominio de Haroeri y Sobek, el dios de cabeza de halcón y el de cabeza de cocodrilo. El gran templo que podemos ver hoy en día fue fundado en el siglo II a.C. y es, también, uno de los mejor conservados.

Estamos llegando al final del viaje. La construcción, durante el siglo pasado, de la gran presa de Assuán, puso en peligro muchos monumentos, que corrían el riesgo de ser inundados. Uno de los más espectaculares era el
templo de Isis en Philae, que hubo de ser desmontado y reconstruido piedra a piedra en su emplazamiento actual. Comenzado a construir en el siglo III a.C., fue un lugar de adoración con diversos santuarios y sepulcros, en los que se celebra a todas las deidades envueltas en el mito de Isis y Osiris.

La última sorpresa del viaje se nos reserva para el final. Todavía más al sur, ya en la Alta Nubia, encontramos los dos templos de
Abu Simbel, semiocultos a la mirada exterior hasta 1817. Como en el caso de Philae, ambos templos también fueron trasladados por la construcción de la presa de Assuán. Moderno trabajo faraónico, fue necesario seccionar más de 1.000 bloques de piedra, algunos de ellos de más de 30 toneladas de peso. Las colosales estatuas de Ramsés II guardan de miradas ajenas el interior de la impresionante construcción y advierten al curioso de que están en presencia de algo más que un hombre, de una divinidad. Dentro, en el santuario, se nos muestra al faraón junto con las estatuas de Ptah, Amón-Ra y Ra-Horakhty, exhibiendo así su poder divino.

Eclipsado por la grandeza del gran
templo de Ramsés II, el más modesto de Hathor no desmerece sin embargo en belleza. En él, Ramsés se hizo representar en la fachada junto con su esposa Nefertari, ambos con las mismas dimensiones, testimonio del prestigio de la reina.
Hemos acabado nuestro viaje, apenas un esbozo. Mucho es lo que queda por ver y aprender.

El tiempo, enemigo de los hombres, se ha conjurado para ocultar el esplendor de la tierra de los faraones. Pero la piedra, dura y tenaz, resiste y aun resistirá para mostrar la gloria del país del Nilo, del pueblo de la tierra negra.



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viernes, 22 de junio de 2012

Fácil y difícil



Fácil es ocupar un lugar en la agenda telefónica.
Difícil es ocupar el corazón de alguien...

Fácil es juzgar los errores de otros
Difícil es reconocer nuestros propios errores.

Fácil es hablar sin pensar
Difícil es frenar la lengua.

Fácil es herir a quien nos ama.
Difícil es curar esa herida...

Fácil es perdonar a otros
Difícil es pedir perdón.

Fácil es dictar reglas.
Difícil es seguirlas...

Fácil es sonar todas las noches.
Difícil es luchar por un sueño...

Fácil es exhibir la victoria.
Difícil es asumir la derrota con dignidad...

Fácil es admirar una luna llena.
Difícil es ver su otra cara...

Fácil es tropezar en una piedra.
Difícil es levantarte...

Fácil es disfrutar la vida todos los días.
Difícil es darle el verdadero valor...

Fácil es orar todas las noches.
Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas...

Fácil es prometerle algo a alguien.
Difícil es cumplirle esa promesa...

Fácil es decir que amamos.
Difícil es demostrarlo todos los días...

Fácil es criticar a los demás.
Difícil es mejorar uno mismo...

Fácil es cometer errores.
Difícil es aprender de ellos...

Fácil es llorar por el amor perdido.
Difícil es cuidarlo para no perderlo...

Fácil es pensar en mejorar.
Difícil es dejar de pensarlo y realmente hacerlo...

Fácil es pensar mal de otros
Difícil es darles el beneficio de la duda...

Fácil es recibir
Difícil es dar.


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EL PERRITO COJO - UNA LECCION DE VIDA


El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: "Cachorros en venta". Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:

—¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:

—Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.

—Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado. —¿Qué le pasa a ese perrito? —preguntó.

El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:

—¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:

—No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:

—No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.

El hombre contestó:

—Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:

—Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:

—Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.


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¿CÓMO SE HACE LA VIDA?


La vida se hace sorbo a sorbo, paso a paso y día a día. Se hace saboreando a Dios, caminándolo a lo ancho y a lo hondo, mirándolo a través de sus colores, oyéndolo a través de sus sonidos, palpándole la perfección y desentrañándole la luz.

La vida se hace como trabajadora de su siembra, como obrera de su palabra, como jardinera de sus flores, como cantadora de sus prodigios... como Él te mandó hacerla.

La vida se hace agitando el mundo que llevamos dentro y descubriendo el mundo que llevan los demás. Se hace respirando a Dios con la fuerza de la naturaleza, con la sabiduría de su gracia y con el impulso de sus pisadas, que van tras nosotros para que no perdamos el camino ni se nos distraiga la luz.

La vida se hace sufriendo, pero sin apagar nunca la velita encendida de la fe.
La vida de hace amando, porque el amor tiene tanto que hacer en el mundo, que no da tiempo para odios ni rencores

La vida se hace en el espacio de lo cotidiano, en pequeños trozos de cada día, en ratitos que encendemos de pasión, en vuelos que se emprenden con besos y con sueños. Velar y dormir, soñar y despertar, llorar y reír, creer y dudar, caer y levantarse: eso es hacer la vida.

La vida no se hace para lucir, para exhibirse, para mostrarnos en un escaparate de vanidad y focos de colores. La vida se hace en el recinto íntimo, en ese taller de abeja trabajadora que llevamos dentro, en ese aguijón que extrae y regala, que profundiza y endulza.

La vida se hace en el centro de trabajo de uno mismo, con su esfuerzo silencioso, efectivo, constante, devoto y masivo. Un esfuerzo que abre surco y un surco hecho para que no deje de producir.

La vida se hace cuando das la mano y tramites una corriente, cuando das una sonrisa y cuelas la luz, das un beso y cierras los ojos, te das a ti mismo. ¡y parece que concentras el universo en tu corazón!.

La vida se hace en el espacio de tu mundo y en donde se libran las batallas de los demás. Se hace en el horizonte de ti mismo y en donde vuelan los sueños de los otros, en la siembra frondosa de tu tierra y en la raíz raquítica del huerto ajeno.

La vida se hace de regalo, sin seleccionar, ni preguntar, ni escoger. Cumple tu misión de dar. Déjale a Dios el balance de lo que debes recibir, porque en ese libro de la generosidad, esfuerzo y de la entrega, ¡se hace la vida!

Hacer la vida no es diseñarla a nuestro antojo, ni coserla a nuestro capricho: es estar siempre en las puntadas de su tela y en el estambre de su tejido. Hay que caminar la vida, porque es la única manera de llegar. Irla resolviendo con la lógica, pero emocionándola con el espíritu y calentándola con el corazón.

(Autor Desconocido)

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