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martes, 15 de marzo de 2011

LA ANGUSTIA Y LA DEPRESION – SUS CAUSAS, COMO COMBATIRLAS

LA ANGUSTIA
Puede decirse que, clínicamente, la angustia es un miedo inmotivado. Los miedos normales son reacciones con componentes psicológicos y corporales. El miedo o la angustia forman parte de la respuesta normal del individuo, con reacciones necesarias para la supervivencia. Sin embargo en la enfermedad, una reacción normal y útil para la supervivencia se desvirtúa y en lugar de ser un mecanismo defensivo provechoso, se convierte en una fuente de sufrimiento y de incapacidad.
Si esta respuesta desproporcionada se hace crónica estamos ante una neurosis de ansiedad o neurosis de angustia. La angustia puede aparecer de dos formas: en un estado permanente de ansiedad o en ráfagas de angustia, separadas por intervalos de aparente normalidad. Las ráfagas o crisis consisten en la aparición repentina de una situación angustiosa de máxima intensidad; se presenta de modo repentino, sin avisar; no es raro que se desencadene durante el sueño con lo que al despertar el paciente siente los síntomas con toda intensidad. En la crisis de angustia, la persona siente que la muerte esta próxima, tal es la intensidad de su sufrimiento. Viene acompañada de síntomas corporales como pánico, taquicardia, palpitaciones, respiración acelerada, sensaciones de ahogo o falta de aire, náusea, mareos, desmayos o aturdimiento. Manos y pies se enfrían, hay una opresión pre-cordial, sensación de entumecimiento u hormigueo pero sobre todo miedo a perder el control, “volverse loco” y morir.
Estas crisis pueden durar desde algunos minutos hasta varias horas, y es imprescindible ver al médico. La angustia puede manifestarse en un estado de ansiedad generalizada; los síntomas son similares a los de la angustia pero en forma no tan aguda sino como un malestar generalizado. Puede responder a situaciones previas de preocupación y conflicto en sus actividades cotidianas. Otra manifestación de la angustia son las fobias. Las fobias son respuestas ansiosas exageradas frente a un estímulo concreto: viajar en avión, estar en lugares cerrados, estar frente a un animal, estar en lugares abiertos.
La principal consecuencia de las fobias es que las personas temen sufrir la crisis y no ser ayudados, por eso se encierran en sus casas y acaban por recluirse, o evitan encontrarse en situaciones que, piensan, les producirán un ataque de fobia. El estrés postraumático también es una forma de la angustia. Es sufrido por personas que realmente han atravesado un acontecimiento traumático, como peligro para sus vidas, y el episodio se vuelve recurrente en forma de miedos y pesadillas. Dentro del estrés postraumático se incluyen las catástrofes naturales, guerras, secuestros y accidentes serios. Algunas personas enfrentan situaciones no tan graves pero adjudican un significado subjetivo al acontecimiento con consecuencias similares al estrés postraumático. Las consecuencias de este trastorno son sentimientos de desesperación, culpa y responsabilidad. La angustia también puede ser provocada por la ingestión de drogas o medicamentos; se manifiesta como una consecuencia secundaria pero que puede incluir crisis como las ya mencionadas.
Las crisis de angustia pueden tratarse con medicamentos, técnicas de relajación y respiración que son fundamentales y en las cuales se debe entrenar al paciente y a su familia; la práctica de la respiración permite aliviar las sensaciones de miedo y ansiedad. Se debe dar apoyo a la familia y terapias de grupo no sólo para el paciente sino también para la familia o las personas que conviven con él, para ayudar a su adaptación y recuperación social.

LA DEPRESION
La depresión es un trastorno que afecta de 10 a un 20 % de la población; es normal tener breves períodos de tristeza, pero cuando ésta aparece acompañada por síntomas como falta de interés por las cosas, alteraciones del sueño o del apetito, falta de energía y concentración y mal humor, y además estos síntomas se extienden por lo menos durante dos semanas, podemos estar frente a una situación de depresión.
Pero también algunos problemas físicos, dolores pre-cordiales, problemas digestivos, dolores de cabeza o períodos alterados, van acompañados por la depresión, y muchas veces las personas se enfocan en el problema físico sin advertir la otra situación. Pero probablemente los mayores causantes de la depresión sean sentimientos como la desesperanza, el desamparo, la culpa, ansiedad y tristeza, y la falta de atención a la depresión provoca su mayor profundización, tanto que se ha demostrado que la causa más común de suicidio es la depresión. Las personas deprimidas piensan que los malos tiempos nunca terminarán y se creen condenadas para siempre a una vida mediocre. Las cosas más simples como levantarse por las mañanas les cuestan un esfuerzo enorme; saben lo que deben hacer pero la depresión los mantiene estáticos y cada pequeña cosa parece imposible de realizar.
Las obligaciones se aplazan indefinidamente, las decisiones son postergadas o evitadas. Se desintegra la autoconfianza, aparecen titubeos al hablar y actuar… Pero la depresión es una enfermedad, y al igual que otras enfermedades, requiere de un diagnóstico y tratamiento médico y si es necesario la administración de medicamentos.
Por eso siempre debemos consultar a nuestro doctor. La depresión actualmente es bien tratada por médicos especialistas con ayuda de medicamentos, educación y apoyo psicológico al paciente y a su familia. Sin embargo las causas exactas de la depresión siguen siendo objeto de investigación. Desde el punto de vista neuroquímico, parece ser un desequilibrio entre ciertos mensajeros llamados neurotransmisores. Los neurotransmisores tienen la misión de transferir mensajes entre las células nerviosas del cerebro, y se ha encontrado en las personas deprimidas, deficiencias en dos neurotransmisores llamados noradrenalina y serotonina.
Este modelo no explica todos los problemas relacionados con la depresión pero al menos es útil para comenzar la investigación acerca de la depresión. Un elemento importante en el tratamiento de la depresión es la educación de la persona deprimida. Si el enfermo está mejor informado, se siente más predispuesto a cumplir con las indicaciones médicas. La asesoría y educación han demostrado ser útiles para aumentar la adhesión del paciente al tratamiento. Pero además es importante el apoyo que se pueda brindar al paciente y su familia. Este apoyo a veces puede ser un poco costoso y demanda mucho tiempo, pero al igual que la educación del paciente, está demostrado que aumenta el cumplimiento de la terapia y la adhesión a las indicaciones médicas.
Es cierto que parece muy difícil, para las personas que no padecen depresión, entender a quienes la sufren; por eso es muy importante contar con información, y que la familia o las personas que conviven con el deprimido conozcan el curso de la enfermedad y de qué manera apoyarlo, así como estar capacitados para notar los síntomas de recuperación.
En realidad la depresión afecta a todo el grupo familiar, por ello se deben buscar programas de apoyo y de información para la persona deprimida y todos los que la rodean. La finalidad es trabajar todos juntos para superar las causas de la depresión y alcanzar formas de convivencia más plenas y felices.

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