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viernes, 11 de marzo de 2011

EL MITO DE LA TRANSFORMACION INTERIOR

“La llamada “transformación interior” es un mito, lo único que se transforma es la Conciencia, generando nuevos niveles de comprensión, progresivamente más lúcidos, profundos y compasivos. Y esto puede cambiar la dirección del esfuerzo de tantos buscadores empeñados en convertirse en unos “buenos chicos”

“La transformación del cuerpo no es un trabajo corporal, sino mental. La transformación de la mente no es un trabajo mental, sino de tu Conciencia. Es decir, la transformación es en realidad trascendencia. Esto conlleva algunas consecuencias, porque trascender de verdad constituye una tarea mucho más difícil
que maquillar el ego con supuestas cualidades de pureza”
Gunther Emde

(Gunther Emde, se dedica a “promover el Silencio Interior en toda persona que sienta la profunda necesidad de un cambio en su vida”, nos explica en este irreverente artículo en qué consiste eso de la tranformación interior, diferenciando entre cuerpo, mente y Conciencia, y hasta donde podemos llegar)

La transformación interior constituye el objetivo primordial de todo buscador espiritual.

Aquí analizaremos la contradicción que implica el hecho de pretender transformar una entidad física, psicológica o espiritual usando esa misma entidad. Dicho en pocas palabras, y limitándonos al ámbito más frecuente, el del ego, veremos que no es posible transformar el ego desde el ego.

Pero vayamos por partes, y pongamos primero como ejemplo el cuerpo de un animal. ¿Puede un organismo biológico transformarse? Obviamente, no. Un animal no puede transformarse a sí mismo. Un animal funciona según sus propias reglas fisiológicas e instintivas. Es más, no necesita ser transformado, pues ya es perfecto tal cual es, pese a los defectos que pueda tener.

Nuestro cuerpo es un animal, puede ser sometido a un maquillaje más o menos elaborado, pero no podrá modificarse su esencia, su “corporalidad”.

Podremos corregir alguna deficiencia mecánica con la ortopedia o la cirugía, lo cual en algunos casos supone un cambio positivo. Pero el cuerpo seguirá siendo exactamente eso, un cuerpo, con sus exquisitos mecanismos de homeostasis, con su capacidad para el movimiento y el placer del sexo, por ejemplo, pero también con sus sudores, sus orines y excrementos, sus enfermedades y su inexorable deterioro con el paso del tiempo... El cuerpo, el animal, no puede transformarse, no puede convertirse en algo diferente a lo que es.

Ahora bien, en el ser humano nació una segunda entidad, la mente, que pasó a controlar el cuerpo. De repente, los movimientos espontáneos, dictados por los instintos, fueron sustituidos por miles de actos totalmente nuevos, ajenos por completo a la biología, y que procedían de las demandas de esa nueva entidad.

La mente puede suplantar rutas metabólicas completas, no hay más que considerar la capacidad de estimular la acción sexual exclusivamente con imágenes mentales. El pensamiento puede desencadenar una cascada de reacciones neurológicas y bioquímicas, no sólo en el caso del tejido sexual, sino en docenas de diferentes tejidos y órganos. Puede decirse, ahora sí, que la mente ha transformado al cuerpo, aunque no conseguirá nunca eliminar su esencia biológica.

¿Y puede la propia mente ser transformada? Me temo que, como en el caso del cuerpo, la respuesta es también negativa.

La mente tiene sus propias reglas de funcionamiento. Al igual que el cuerpo, puede haber sufrido “accidentes”, por ejemplo en la educación durante la infancia. Esas “deformaciones” podrán corregirse en mayor o menor grado, mediante algunas terapias que pueden ser de ayuda. Pero eso es todo.

La esencia de su funcionamiento, su tendencia a virar de un polo a su opuesto, a intelectualizar, a juzgar, a sentirse por encima o por debajo de sus semejantes, todo eso no puede transformarse, ni falta que hace. La mente, como el cuerpo, tiene su propio y extraordinario “metabolismo”.

Sus llamados defectos son en realidad cualidades excepcionales que han tardado miles de años en configurarse y que nos han servido para sobrevivir en la durísima lucha por la vida a lo largo de los siglos.

El problema es que la mente, a diferencia del cuerpo, es consciente de que sufre, y por tanto desea “mejorar”. El cuerpo no desea mejorar, pues no es consciente de su dolor, lo cual le permite tratar directamente con ese dolor. La mente es incapaz de enfrentar directamente su sufrimiento, debido a que crea una distancia entre ella y el sufrimiento, una distancia que es fruto de la conciencia que tiene de sí misma.

Esta increíble capacidad ha colocado al ser humano en la cúspide de la naturaleza, pero también lo ha sumido en una clase completamente nueva de dolor, la angustia existencial. Y la mente, tarde o temprano, comprende que es un instrumento excelente para las tareas de la vida diaria, para lanzar cohetes a la Luna, para resolver complicados enigmas físicos y matemáticos, pero totalmente incapaz de resolver su propia infelicidad.

Así que, si existe la transformación del cuerpo, es sólo porque esa transformación procede de algo que trasciende al cuerpo, y ese algo es la mente. Entonces, podemos deducir que sólo la emergencia de una nueva entidad puede transformar la mente. Esa entidad es la CONCIENCIA.

La llamada “transformación interior” es un mito, lo único que se transforma es la Conciencia, generando nuevos niveles de comprensión, progresivamente más lúcidos, profundos y compasivos. Y esto puede cambiar la dirección del esfuerzo de tantos buscadores empeñados en convertirse en unos “buenos chicos”.

La transformación del cuerpo no es un trabajo corporal, sino mental. La transformación de la mente no es un trabajo mental, sino de tu Conciencia. Es decir, la transformación es en realidad trascendencia. Esto conlleva algunas consecuencias, porque trascender de verdad constituye una tarea mucho más difícil que maquillar el ego con supuestas cualidades de pureza.

Por eso corremos a refugiarnos dentro de esas cabañas. “Veganismo”, “Meditación”, “Nutrición pránica”, “Nudismo”, “Activismo”… Ahí dentro soy algo, tengo objetivos que alcanzar, sólo estimulo el lado “positivo” del metabolismo de mi mente, y no me doy cuenta de que en realidad estoy creando un monstruo. Es como pretender que mi cuerpo no defeque ni enferme. Obtendría algo muy desagradable, ¿no es cierto? Por eso todo practicante de la virtud “huele mal”, pues algo está pudriéndose en su interior.

Deja al cuerpo ser un cuerpo, y permite a tu mente ser una mente, con sus características propias. ¿Verdad que la mente supo en seguida que no era el cuerpo que habitaba?

De la misma manera, querido buscador, un día vendrá a ti ese despertar, en el que contemplarás cómo tampoco eres tu mente, sino una Conciencia prístina, que podrá usar a la mente como la mente usa al cuerpo. Sólo entonces te habrás transformado, no porque tu cuerpo o tu mente se hayan convertido en algo diferente a lo que son, sino precisamente porque los has dejado en paz.

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