BLOGGER TEMPLATES - TWITTER BACKGROUNDS »
Photobucket

viernes, 29 de octubre de 2010

EGIPTO – SUS PRODUCTOS DE BELLEZA Y PERFUMERIA



Decía Plinio que
“El perfume tiene como característica ser la más superflua de las manifestaciones del lujo; las perlas y las joyas acaban perteneciendo a los herederos de sus dueños, y las ropas duran cierto tiempo, pero los perfumes pierden rápidamente su aroma y mueren a las pocas horas. Su principal cualidad es que cuando pasa una mujer, su aroma puede llamar la atención de otras personas, incluso de quienes están ocupados en otras cosas. ¡¡Y cuestan más de 400 denarios la libra!! Todo ese dinero se paga para dar placer a otros, ya que la persona que usa el perfume, no lo huele.”
Historia
Los perfumes egipcios eran bastante diferentes de lo que hoy en día entendemos como perfumes. Los perfumes actuales son líquidos y tienen en su mayoría el alcohol como vehículo. Por el contrario, los egipcios jamás destilaron sus aromas ni utilizaron alcohol como agente, sino que sus perfumes eran en forma de aceites o grasas perfumadas. Aunque de alguna manera ya iban entreviendo las bondades del vino (único alcohol del que disponían) para aligerar los perfumes demasiado fuertes. Pero eso lo veremos después.
El perfume como se conoce actualmente pudo tener su inicio en el S IV cuando Aristóteles comenzó a destilar sustancias. Más tarde en el S X los árabes perfeccionaron las técnicas y adquirieron gran maestría y renombre en el arte del perfume. Los elaborados y exquisitos perfumes árabes siguen gozando de gran fama, si bien a los occidentales nos parecen algo empalagosos, y generalmente, preferimos aromas más frescos.
En los albores de la Historia, los egipcios simplemente olían las flores y frutas al natural, o quemaban sustancias aromáticas solas, o mezcladas con aceite. Por ejemplo el incienso y la mirra no requieren más tratamiento que el de ser quemadas en un pebetero. Pero pronto se animaron a hacer combinaciones con diferentes hierbas, raices, flores, maderas o semillas aromáticas, y aprendieron a fijar los aromas con otras sustancias.
Se conocen muchos perfumes egipcios por las recetas que dejaron en las paredes de los templos, en los llamados “laboratorios”. Estos tipos de perfumes también son mencionados por griegos y romanos, y sabemos que se vendían en los mercados de estos países.
Como en otros muchos aspectos de la cultura egipcia, nuestros informadores son Plinio (Naturalis Historia), Teofrasto (De Odoribus), Herodoto y Plutarco (De Iside et Osiride). Igualmente merece mención especial Dioscórides y su Materia Médica en la que nos ilustra sobre todas las hierbas y plantas, así como su uso. El también trató de revivir los perfumes a partir de las fórmulas antiguas. Por otra parte, al igual que en temas de alimentación y medicina, el romano Apicio y posteriormente Próspero Alpini nos sirven de nexo entre la antigüedad y nuestros días, gracias a sus estudios en estas materias.
Es bien conocido por todos la importancia que los antiguos egipcios daban a su aspecto físico. En esto, como en tantas otras cosas, podemos considerarlos una sociedad avanzada, a pesar de su antigüedad. Para ellos eran importantes los vestidos, las pelucas, las joyas, el maquillaje y, como no, los ungüentos y los perfumes, que en ocasiones eran más caros y apreciados que el oro o la plata

Importancia
Los ungüentos y perfumes les resultaron imprescindibles. No olvidemos que Egipto es un país extremadamente caluroso y seco, por tanto las grasas que hidrataban y suavizaban su piel eran una necesidad, que ellos a lo largo de su historia fueron convirtiendo en lujo. Es más, parece lógico que añadieran elementos aromáticos a estos ungüentos, en parte por placer, y en parte para disimular el olor a rancio que, sin duda, tendrían los aceites y grasas. Así, los perfumes jugaron un importante papel a la hora de mitigar los olores corporales y ambientales derivados del calor.
Desde las primeras dinastías, los perfumes y ungüentos formaron parte del ajuar funerario (recordemos los 7 aceites sagrados) y resultaron indispensables en los ritos de los templos. La calidad y el exotismo de los perfumes egipcios hizo que fueran conocidos en todo el mundo antiguo, de manera que en el IM ya se comerciaba con todo el Norte de Africa y con Creta. Así, los perfumes y las materias para su elaboración viajaron con profusión por el Mediterráneo.
Encontramos referencias a este comercio en naufragios, yacimientos, en tablillas asirias, en Turquia en Creta y en Grecia. Incluso en Arabia (país famoso por su devoción a los perfumes) buscaron cosas nuevas en Egipto.
La evidencia más clara de esta afirmación la constituye el naufragio en la costa sur de Turquia de un barco de carga que había estado haciendo la ruta por diversos puntos del Mediterráneo cargando mercancías. Entre ellas había una partida de resinas. La fecha aproximada de este hecho nos viene dada por un sello de oro con el cartucho de Nefertiti, es decir, alrededor del 1350 a.C. Dicho cargamento constaba de cerca de cien vasijas de resina identificada como Pistacia terebinthus, un árbol que crece en Chipre, en Kios y en Palestina, y destinadas a Egipto para elaborar perfumes. Abundando en estas referencias, en un fragmento de vasija hallado en Amarna encontramos la siguiente inscripción:
“Resina fresca perteneciente al capitán Ini, purificada para el fabricante de ungüentos Jaemuaset”
El tal capitán Ini pudo muy bien haber sido patrón de un barco similar al del naufragio de Turquía al que antes nos referíamos. Lo cual no hace más que darnos pistas sobre el constante comercio de sustancias aromáticas por el Mediterráneo.
El clima de Egipto favorece el crecimiento de multitud de flores y plantas aromáticas silvestres. Pero además, los egipcios cultivaron otras muchas especies en sus jardines, a veces traídas al Valle del Nilo desde otros países.
Ellos se sentían orgullosos de sus jardines, que les proporcionaban frescor, sombra, frutos y flores, y que constituían un lugar muy apreciado de la casa. Vemos con frecuencia pinturas en las que aparecen los jardines, y en las que especifican cada una de las especies que allí aparecen. Eran jardines ordenados, y casi siempre rodeaban un lago. Para ilustrar el tamaño de algunos jardines, baste el ejemplo del jardín de Nebamun en el que había:
·         170 palmeras datileras
·         120 palmeras dum
·         5 higueras
·         2 moringas
·         12 viñas
·         5 granados
·         16 algarrobos
·         5 espinos
·         8 sauces
·         10 tamarindos
·         5 acacias
·         2 mirtos
·         5 árboles desconocidos
Sabemos que los egipcios contaban con dioses para casi todos los aspectos de su vida cotidiana y para el Mas Allá. En el caso de los perfumes, tambien tenían sus patrones. El dios que habitualmente se tiene como patrón de los perfumes es Nefertum, dios habitualmente representado como un niño, o un joven surgiendo de una flor de loto, en clara referencia al ciclo solar puesto que esta flor se abre al amanecer orientada al este y se cierra y desaparece bajo el agua en la oscuridad. Su nombre significa simplemente “El Loto”, y ya aparece citado en los TT.PP. como “el que no tiene igual” y “la flor de loto perfumada en la nariz de Ra”. Todos estos aspectos lo convirtieron en el dios de los aromas y los ungüentos.
Algunos de los perfumes más conocidos
Entre los perfumes más populares de Egipto encontramos
·         Metopion
·         Megallion
·         El Real
·         El Egipcio
·         El Mendesiano
·         Kyphi
·         Tyriac
También había otros sin nombre, solo conocidos por el ingrediente dominante en su composición
·         Lirio
·         Iris
·         Henna
·         Mejorana
·         Canela
·         Mirto
·         Rosa
·         Salvia
·         Mirra
·         Loto
·         Mandrágora

En el Templo y en las fiestas religiosas

Uno de los principales usos que tuvieron los perfumes fue en los cultos diarios de los templos. La naturaleza de los aromas, su sutileza, su volatilidad, parece que los convierte en el vehículo adecuado para entrar en contacto con lo divino Se decía que el perfume era de “origen divino – salía de los huesos de los dioses y de sus ojos” y se los asociaba al ojo de Horus. Así, cuando el sacerdote mojaba el dedo meñique en el ungüento y ungía la estatua del dios, Thot le devolvía el ojo sano. Hay muchas inscripciones que nos muestran la importancia que dieron al incienso en el culto, como por ejemplo esta:
Llega el incienso
El perfume está sobre ti
El aroma del ojo de Horus está sobre ti
El perfume de la diosa Nejbet
Que llega desde Nejeb
Te limpia, te adorna
Se hace sitio entre tus manos
Saludos oh incienso
Trae contigo el ojo de Horus
Tu perfume está sobre ti
Tras los complicados ritos diarios de despertar al dios y hacer las ofrendas sólidas de comida, se procedía al aseo y purificacion de la estatua. El incienso tenía la cualidad de apaciguar con su aroma la serpiente del ureus de la frente de la divinidad. Esta serpiente podía atacar al sacerdote si consideraba que los ritos no estaban correctamente realizados, y el dios era molestado.
Además de las fumigaciones con incienso se aplicaban los siete óleos sagrados de los que hablaremos luego. En la purificacion de la imagen se incluía igualmente un rito de lavado de la boca con natrón disuelto en agua, igual que hacían los mortales.
En los templos existían “laboratorios” donde almacenaban los ungüentos sagrados. Pero no parece probable que se elaboraran allí dentro, ya que todos ellos requerían una larguísima cocción y no se han hallado restos de fuegos grandes en los templos. Esta inscripción de una jamba de Karnak así lo atestigua:
Su Majestad ha construido una cámara de almacenamiento de incienso para fabricar bolitas cada día, de manera que el templo esté siempre envuelto en el aroma del país del dios.
Las fórmulas en las paredes no sólo nos indican que allí fueron almacenados, sino que servían para asegurar el secreto y la correcta preparación y se perpetuaba el suministro. Igualmente se daba cuenta de lo “sagrado” del perfume o ungüento y su afiliación con la deidad del templo.
Sabemos que el perfume en los templos podía presentarse de tres maneras:
- quemándolo, como un incienso
- en aceite
- como ungüento

Las fórmulas podían provenir del “Libro de los Ungüentos” citado en las paredes de Dendera, y las diferencias en el aroma podrían atribuirse a la base: grasa de buey, semillas secas o aceites perfumados

Las marcas o nombres de los aromas

El nombre que se les daba era el del principal ingrediente, o el del lugar de su procedencia. Citamos aquí lo que sería el equivalente a nuestras actuales “marcas” de perfume. Los aceites perfumados son lo más parecido a nuestros perfumes actuales, por tener una presentación más o menos líquida, utilizarse en pequeñas cantidades y almacenarse en pequeños frascos o viales de alabastro o cristal.
Estos preciosos recipientes fueron originarios de Egipto, ya que allí se producían los perfumes más famosos del mundo antiguo y era donde se necesitaban. Eran de cristal con delicados colores, entre los cuales destaca el amarillo, muy difícil de obtener. En la actualidad, en Egipto se siguen fabricando frascos de perfume realmente delicados, aunque de aspecto árabe y por lo tanto, totalmente diferentes de los faraónicos.

El egipcio

Era un perfume fuerte y duradero en el que predominaban el olor de la canela y la mirra. Como casi todos los perfumes caros era incoloro. El que tenía 8 años de antigüedad era mucho más apreciado que el reciente. No se sabe si este perfume se fabricaba siempre en Egipto, pero en el S IV aún se vendía en Atenas.

El mendesiano

Originario de Mendes, en el Delta. Es un perfume fuerte de aceite de balanos, mirra, casia, resina y a veces, algo de canela. Es bastante parecido al Egipcio.

Metopion (Perfume de Gálbano)

Consta de Gálbano y aceite de almendras amargas. Era intenso y fue adoptado por los fenicios

Susinum (Perfume de Lirio)

Este fue el nombre dado por Dioscórides al perfume cuyo principal ingrediente es el lirio. Han llegado a nuestros días dos recetas, la de Plinio y la de Dioscórides. En dos relieves de la dinastía XXVI aparece el prensado de los lirios. Este perfume era el más líquido de los aceites perfumados, y su perfume era apropiado para hombres.

Irinum

Este constaba solamente de aceite base mezclado con flores de iris maceradas. También hay dos versiones de la fórmula, pero Dioscórides opina que la mejor es la que solo huele a iris, sin más ingredientes que molesten su aroma. Solían teñirlo de rojo con alkanna tinctoria (tres años después de su recolección) Este perfume ganaba con el tiempo y al parecer su mejor momento era a los 20 años de fabricado.

Cyprinum (Perfume de henna)

A base de aceite de oliva verde, cardamomo, acoro aromático, henna, aspálato y madera. Había tres fórmulas la de Teofrasto, la de Plinio y la de Dioscórides. Era verdoso y podía durar 4 años sin estropearse.
Estos eran los más famosos, pero había otros como el Megaleion, el Cinamomium (canela) el Mirtinum (mirto), el Rhodinon (Rosa) y el de Salvia
Entre los perfumes sólidos, es decir con grasa como vehículo, destacaron el Amarakinon y el Sampsuchinon, ambos con mejorana u orégano. Normalmente la grasa usada era la de buey, que se derrite a los 37ºC. La grasa de oca, también era usada, pero se derretía más fácilmente y solo era posible utilizarla en invierno.

Conos de perfume

Todos hemos visto en infinidad de representaciones de fiestas y banquetes como los egipcios llevaban en lo alto de la cabeza lo que denominamos cons de perfume. Lo usaban tanto los hombres como las mujeres. Los textos también nos hablan de estos conos, y una canción de arpista dice “Coloca resina antyw sobre tu cabeza”.
Estos conos estaban hechos de grasa de buey impregnada de diversos perfumes. De todos modos, no parece probable que el único ingrediente fuera la resina antyw, es decir, mirra, ya que en estado natural tiene muy poco aroma, y si le extraían el aceite, el producto sería líquido y no apto para fabricar conos. Por lo tanto la grasa debía estar perfumada con otras fragancias, además de la mirra. Pero ellos empleaban la palabra antyw de manera simbólica al estar considerada la mirra como la fragancia más exquisita que se pudiera imaginar.
A esta grasa animal quizás se le añadiera cera de abejas, que previamente había sido saturada en perfume. Observaremos que estos conos tienen un color más amarillento o anaranjado en la cúspide. Esto puede tratarse de una simple sedimentación del perfume en la grasa. No olvidemos que se fabricaban en moldes y que se desmoldaban como hoy en día hacemos con un flan. Por tanto, la sedimentación quedaría en la parte alta al invertir el producto, y la evaporación del aroma sería más fácil.
Los artistas egipcios, tan minuciosos en sus detalles nos muestran esa sustancia amarillenta derritiéndose por los laterales de los conos, y a veces empapando y manchando las sutiles vestiduras de los asistentes a las fiestas. Efectivamente estos conos estaban pensados para que la grasa se derritiera, ya que empleaban mezclas que se derretían a los 37ªC, es decir, el mero contacto con el cuerpo, o simplemente a la temperatura ambiente de Egipto, sería suficiente para que los conos se derritieran.
Hemos visto alguna representación en la que los conos ya no tienen esa forma tan puntiaguda, sino que son más planos, casi como una boina, lo cual nos indica que la fiesta ya estaba muy avanzada.
Al parecer el sistema de que la grasa perfumada les cayera por el cuerpo y las ropas no sólo no les molestaba, sino que para ellos era importante la hidratación de la piel que les proporcionaba la grasa, y también el que sus vestidos conservaran un buen aroma, aunque por ello tuvieran que mancharse.
El hecho de que un personaje apareciera con las ropas manchadas de perfume era un signo de riqueza.
Estos conos eran utilizados tanto por hombres como por mujeres, y su uso alcanzó su momento álgido a partir del Reino Nuevo.

Cremas de belleza

No cabe duda de que el perfume era un lujo que la clase trabajadora no podía permitirse, y debían conformarse con alguna crema corporal perfumada con balanites, o un cono de perfume en circunstancias muy especiales. La única forma de perfume a la que tenían acceso eran las propias flores y hierbas en estado natural que podían macerar en aceite o grasa de manera casera. Como contrapartida a la austeridad de la población, se sabe que Cleopatra gastó en una ocasión 400 denarios en ungüentos tan sólo para suavizar y perfumar sus manos.
El caso de los ungüentos era diferente, ya que les eran necesarios para que su piel no sufriera los efectos de la sequedad ambiental. Pero estas pomadas normalmente no estaban perfumadas y sus usuarios debían tolerar el olor a rancio que sin duda despedían las grasas. Para estas cremas meramente hidratantes utilizaban el aceite de sésamo (neheh) y el mal llamado aceite de castor.
Y digo mal llamado porque la mayoria de los autores traducen del inglés castor oil sin pararse a pensar que no parece muy probable que tales animalitos vivieran en Egipto. El nombre latino del castor oil es Ricinus Comunis. La traducción al castellano es más que evidente. Se trata de aceite de ricino, concretamente de las bayas, y que hoy en día se sigue utilizando en las pomadas para las escoceduras de los bebés. Aunque le sigan llamando aceite de castor.
También las grasas animales tendrían su lugar para suavizar las epidermis de los trabajadores tras largas horas de exposición al sol. Estos ungüentos básicos fueron utilizados como medio de salario, junto con el grano, la cerveza, o las piezas de tela. Entre los aceites más comunes estaban el llamado segenen (ungüento o aceite) que igual valía para el cuerpo y para las mechas de las lámparas. También usaron el aceite de moringa, que era mucho más apreciado que el de sésamo, pero que no estaba al alcance de la gente del pueblo.
Todos hemos oido hablar de la primera huelga de la que se tiene noticia y que se produjo en época de Ramsés III, cuando el gobierno se retrasó en el pago de estas materias básicas, provocando la protesta de los artesanos de Deir el Medina, quienes dependían exclusivamente de estas raciones para su supervivencia, puesto que en la aldea no se cultivaba la tierra, y los hombres estaban empleados en la decoración de las tumbas reales.
"...Estamos aquí a causa del hambre y la sed. No hay vestidos, ni ungüentos, ni pescados, ni verduras. Contádselo al faraón nuestro buen señor y contádselo al visir nuestro superior para que nos sean enviados alimentos...".
Los obreros, entonces, decidieron dejar de trabajar hasta conseguir el compromiso de los gobernantes de que se les pagaría todo lo que se les debía. Todo ello quedó reflejado en multitud de ostraca y sobre todo en el Papiro de la Huelga, conservado en el Museo Egipcio de Turin.
Esto no hace sino poner de manifiesto la gran importancia que tenía el cuidado de la piel para los egipcios, quienes, además de una mera hidratación de la piel, también contaban con auténticas cremas de belleza que podrían compararse a las de hoy en día. Veamos si no unos ejemplos.
En un enterramiento de princesas de la Din. XVIII se encontraron unas vasijas que contuvieron algo parecido a una crema limpiadora. EL análisis posterior reveló que se trataba de una composición de aceite y tierra caliza, posiblemente yeso. El yeso y la arcilla son elementos que aún se usan en la cosmética moderna por su efecto suavemente abrasivo y purificante de la piel.
También contaban con cremas “reafirmantes” compuestas de natrón rojo, sal del norte y miel. Algunos autores hablan de un cuarto componente que sería el polvo de calcita o alabastro.
Y estas cremas se completarían con la crema “antiarrugas” cuya fórmula sería resina de incienso, cera y aceite de balanites molido y mezclado con el jugo fermentado del junco. Esta mezcla debía aplicarse en la cara cada día. Encontramos hasta cinco fórmulas de crema antiarrugas, aunque no siempre podemos conocer todos los ingredientes, que ciertamente, son muy curiosos, como por ejemplo:
·         aceite
·         goma
·         polvo de huevo de avestruz
·         bedet (una variedad de trigo)
·         y bilis de buey
Otra receta habla de un agua llamada kebu, polvo de calcita, goma y frita verde, todo ello hecho una bola y empapado en leche de mujer...Como verán las recetas no pueden ser más sorprendentes.
El que hayan aparecido estas fórmulas nos demuestra igualmente la preocupación que sentían los egipcios por mantenerse jóvenes de aspecto. Realmente esto no debiera haberles preocupado demasiado, visto la corta esperanza de vida que tenían, que no iba más allá de los cuarenta años. Pero incluso a esa edad tan joven, la piel podía presentar un aspecto maltratado debido a la agresividad del clima.
No dejaremos de nombrar a la más caprichosa de las reinas egipcias, Cleopatra, de quien se dice que se bañaba en leche. Si esto es verdad, las proteinas grasas de la leche debieron hacer maravillas en su piel.

Higiene corporal – El jabón

Sabemos que los egipcios eran un pueblo limpio. No sólo tenían el agua a su disposición, tanto en el río como en los canales, sino que el clima invitaba a refrescarse, y por tanto a bañarse. Ellos consideraban la limpieza como sinónimo de bienestar. Vemos como la esposa del Cuento de los Dos Hermanos espera a su esposo para verter agua sobre sus manos cuando regrese a casa y con ello proporcionarle el bienestar de la limpieza.
Para lavarse el cuerpo utilizaban algo que denominaron (s)wabw (Hacer puro) que consistía en grasa, natrón y cenizas. Esto no debía hacer espuma, pero quitaría la suciedad. Forbes asegura que no hay pruebas de jabón cosmético en el Antiguo Egipto, aunque sí que dispusieron de los elementos para fabricarlo como son el natrón, la arcilla y los altramuces remojados en agua de lluvia.
Quizás lo más común para el grueso de la población fuera que simplemente se sumergieran en el río y se frotaran con barro. No obstante, Dioscórides asegura que los egipcios tenían una palabra para designar a la Saponaria Oficinalis que era Oeno. Y si tenían una palabra debían conocer la planta. Esta planta tiene propiedades detergentes en estado natural, pero no hay constancia de que la llegaran a utilizar para el lavado corporal, aunque sí la utilizaron en época tardía para lavar la lana y para el cuidado del cabello. Remojando las raíces secas de la saponaria en agua caliente se obtiene una mezcla espumosa con poder detergente.
Hombres y mujeres se deshacían de vello superfluo por motivos higiénicos y para prevenir que piojos y liendres anidasen en sus cabezas. Ni que decir tiene que los sacerdotes no podían traspasar la puerta del templo si no estaban limpios y rasurados totalmente. Se conoce alguna fórmula de crema depilatoria, pero lo más comúnmente utilizado para este fin eran las cuchillas de sílex, y más tarde de hierro.
Una vez limpios, podían combatir el mal olor corporal colocando bolitas de resina de incienso y de terebinto en las axilas, o bien polvo de algarroba, que, como dijimos anteriormente no huele a nada, pero tiene la cualidad de absorber otros olores, buenos o malos.
Como enjuague para la boca usaban natrón diluído en agua, y para combatir el mal aliento masticaban distintas sustancias aromáticas.

Desodorantes domésticos

Ya hemos dicho que los egipcios amaban los perfumes. En un clima tan caluroso como el de Egipto, el ambiente de dormitorios, etc. seguramente sería sofocante. Ellos quemaban toda suerte de hierbas y aceites aromáticos para perfumar y fumigar sus casas. Esto no haría que tuvieran falta de oxígeno pues las casas estaban abiertas hacia el interior, y en cambio, el humo podía ser útil para alejar molestos insectos voladores que entraban y salían con total libertad. En el Papiro Ebers se mencionan remedios para combatir las picaduras de moscas y mosquitos. Las moscas no les picaban si estaban embadurnados de grasa de pájaro hnw y los mosquitos tampoco los atacarían si se aplicaban aceite de moringa en la piel.
Por otra parte, insectos de suelo y roedores eran una pesadilla para los egipcios, en cuyas casas se almacenaba grano, y comida puesta a secar. Para combatir a los más dañinos que eran los roedores, ellos frotaban con grasa de gato los sacos que contenían el trigo, y los rincones de la casa. Esto se suponía que alejaba a los ratones. Pero para reforzar el remedio en las casas solía haber gatos. Y esto si era eficaz realmente.
También en el papiro Ebers encontramos curiosas recetas para mantener a las serpientes en su nido e impedirles salir, y para alejar a los lagartos.
En cuanto a las necesidades fisiológicas, Herodoto ya decía que:
“los egipcios hacen sus necesidades en casa, pero comen fuera, en las calles, alegando, al respecto, que las necesidades poco decorosas –pero ineludibles- hay que hacerlas a solas, y a la luz pública las que no lo son”
Esto nos da idea de que en algunas casas existían aseos y dispositivos para la evacuación de las necesidades fisiológicas. Todo esto tendría cabida en otra lección, pero lo he querido mencionar para dar cuenta de que debían tener cuidado y perfumar el ambiente de sus hogares.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

TE AGRADECERIA ME DIJERAS CUAL ES TU OPINION SOBRE LO ACABAS DE LEER ?
Y POR FAVOR, DEJA TU HUELLA ANTES DE RETIRARTE, NO PIERDAS EL CAMINO DE REGRESO, QUE LA LUZ UNIVERSAL TE ACOMPAÑE.