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domingo, 22 de agosto de 2010

El poder de la intención

¿De qué manera nuestras intenciones conforman nuestras vidas?

Al guiar nuestras acciones las intenciones hacen constantemente impacto en el mundo.

Si tengo intención de cortar el pasto en algún momento lo haré y el pasto cambia físicamente.

Por lo que el verdadero misterio no reside saber si nuestras intenciones influencian el mundo de forma indirecta, sino en la posibilidad de que la mente humana influencie al mundo fí¬sico por un acto de intención – sin contacto físico de ninguna especie.

La intención es un acertijo de que hace mucho se ha tratado de resolver como parte del estudio de la conciencia humana. Definida por su forma operativa, la intención implica dirigir la mente, bajo un propósito y con eficacia, hacia un objeto o resultado. Representa tanto los desafíos y las oportunidades de ahondar en nuestra comprensión acerca de cómo podrí¬amos crear nuestros dí¬as. Por cierto, nos lleva a concentrarnos sobre una de las cuestiones más interesantes e intrigantes respecto de las conexiones entre mente, cuerpo y espí¬ritu – nos lleva a explorar la influencia, tanto directa como indirecta, de la consciencia sobre el bienestar individual y colectivo.

La intención y sus tres áreas de investigación

Intención auto-dirigida. Nuestras intenciones y, en particular, las visualizaciones ejercen influencia sobre nuestros cuerpos y mentes. Esta área de investigación comprende a las neurociencia y a la bioquí¬mica de las emociones.
Las intenciones y nuestra interacción con el mundo. Nuestras intenciones influencian a los demás mediante la comunicación directa o indirecta. Esta área explora la posibilidad de que las expectativas de los otros puedan, de hecho, impactar sobre nuestra salud y bienestar.

La intención transpersonal. Formas en que nuestras intenciones pueden influenciar a otros y al mundo por medios no fí¬sicos ni sensoriales, por ejemplo, tal como figura en los registros de sanación a distancia, plegaria intercesora o mente que rige la materia. Esta área desafí¬a a preceptos medulares como la presunción de separación propia de la visión del mundo newtoniana.
La intención auto-dirigida

“Nunca tiré una pelota,” escribe Jack Nicklaus en Golf My Way, “sin tener en mi cabeza una imagen muy clara y focalizada del tiro.” Para Lee Evans, campeón olí¬mpico de los cuatrocientos metros y autor de una marca mundial, el éxito de las Olimpí¬adas de 1968 implicó visualizar cada paso de la carrera, corrigiendo puntos débiles de cada paso que di.” El fí¬sico-culturista y actual gobernador de California, Arnold Schwarzenegger afirma que cuando tiene una imagen de un músculo en particular, al momento de tensarlo, el beneficio para ese músculo es diez veces mayor del que lograrí¬a si su mente estuviera distraí¬da.

¿Qué está sucediendo aquí¬? ¿Atletas de primer nivel soí±ando despiertos entre sesiones de práctica? De ningún modo. Estos son atletas que han descubierto, a menudo por accidente, la validez de la máxima para el éxito como atleta del psicólogo y fí¬sico-culturista Charles Garfield: una vez terminado el entrenamiento, la diferencia entre ganar o no está en su cabeza. Desde la publicación, hace treinta aí±os, del libro The Inner Game of Tennis de W. Timothy Gallwey, un creciente número de competidores profesionales y deportistas de fin de semana consideran la posibilidad de que la mente sea el campo de juego en el que tiene lugar el verdadero juego.

Crece el consenso respecto a la idea de que los nuevos avances en rendimiento atlético provendrán, no tanto de la masa muscular y de la fortaleza del esqueleto, como de una diestra combinación de entrenamiento fí¬sico y de la aplicación de los muy olvidados “poderes mentales” como la concentración, la meditación, la visualización y la sensación interior (inner sensing).

Durante varias décadas, los investigadores han explorado lo que podrí¬amos llamar el “juego mental” del buen estado fí¬sico hasta dar con resultados interesantes. Un estudio de la sugestión y la hipnosis llevado a cabo por M.B. Arnold, en 1946, fue uno de los primeros en sugerir algo que los fisiólogos de hoy en dí¬a dan por sentado: que si uno se imagina que está tirando dados, el resultado será una pequeí±a pero mesurable contracción de los músculos utilizados para arrojar dados en la vida real. Y en un estudio de 1932 de la electrofisiologí¬a de las actividades mentales, Edmund Jacobson encontró que el uso de una combinación de imágenes visuales y sensaciones internas (“propriocepción”) y no sólo imágenes visuales, producí¬a mayor acción muscular durante un levantamiento de pesas imaginado.

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