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sábado, 10 de julio de 2010

No estas deprimido... estás confundido!.

Lo que nosotros conocemos como: Depresión, no es más que la Tristeza en diferentes grados, que se manifiesta a lo largo de una vida y en lo más profundo del alma. Es el ser que siente dentro de sí, no haber alcanzado ciertos anhelos, gustos, deseos y esquemas, dictados por el mismo, la familia, los amigos, el entorno y la cruel sociedad. Los esquemas establecidos de la sociedad en que vivimos, nos imponen parámetros de vida, que muchas veces, son inalcanzables e imposibles. Esta anomalía energética está creciendo, sobre todo, en las grandes ciudades, donde la presión del “Status” crece día a día, convirtiéndose tal vez, en la enfermedad y flagelo psíquico del siglo y del futuro.

Nosotros traemos a nuestros hijos a este mundo con todo el amor posible, los educamos y enseñamos correctamente, los conducimos por el sendero del bien, los alimentamos con consciencia, pero ¿Hasta dónde podemos protegerlos de las inclemencias externas como: Amigos incorrectos, influencias negativas de compañeros escolares, programas sin sentido en la televisión, tecnologías viciantes, medio ambiente, drogas, alcoholismo, pésimas influencias y más.

Estamos en el DESPERTAR ESPIRITUAL, estadísticamente los seres que están en el camino de este despertar, se encuentran en la faja etaria de los 30 a los 60 años. Entendemos que por la edad en esta estadística, somos personas que ya estamos casados, muchos de ustedes tienen sus hijos aún pequeños y otros tienen sus hijos que se encuentran en la primera línea de edad.

El problema consiste: Todos aquellos que estamos despertando, queremos enseñarles e inculcarles a nuestros hijos y descendientes, la misma prioridad espiritual en que nos encontramos. Todo irá bien, hasta que el niño comienza a percibir que el mundo que se encuentra allá afuera de su hogar, no es el mismo donde él creció, se educó, sintió y vió. Entonces comienzan los confrontamientos para enseñarle al niño el camino espiritual. Digo la palabra “Confrontamiento” porque así es, por un lado nosotros decimos algo y por otro, la vida lo contrarresta. Como por ejemplo el comer carnes, no faltará que los amiguitos conviden a nuestro hijo a un cumpleaños y este sea hecho en una cadena de fast foot y nosotros al saberlo, pongamos el grito al cielo porque somos vegetarianos y en casa no servimos ese tipo de comida.

Otro ejemplo sería, ver ciertos programas de televisión, donde los amigos del colegio se reunen y lo ven en grupo, el cual no sería bueno para nuestro hijo. Nosotros les enseñamos que él se puede vestir con ropas bonitas sin necesidad que sean de marca, sin embargo en el colegio existe la competencia de quien viste mejor y de que marca es. Le transmitimos que si él está en un buen colegio, no necesariamente tenga que estar en el “mejor”, el más caro o el que está de moda. Que la violencia no debe invadirlo. Que tiene que ser un niño educado y bueno etc.

El niño ve y siente un mundo diferente afuera y otro en la realidad de su entorno familiar. Esta confusión en su interior y en su alma, puede ocacionarle serios problemas psícológicos que redundan en su vida particular, en sus estudios y proyectarse muchas veces a su vida adulta y futura, ocacionándole un desface psicológico de impotencia, desánimo, tristeza y desesperación de sentirse “Diferente” a los demás y fuera del contexto “Normal” de una sociedad.

Nosotros como personas adultas y conscientes podemos evitar que esto suceda con nuestros hijos y con los hijos de sus hijos. Primeramente, ellos tienen que vivir en el planeta Tierra y en el tiempo que les tocó vivir. Significa que deberán relacionarse bien con ellos mismos y con lo que los rodea, sabiendo la realidad cruda de cómo es el mundo y cómo funciona, sobre esta verdad brutal y real, tenemos que aprender y comenzar a educarlos. La educación en casa se basará en ciertas normas que nosotros impondremos, pero de ninguna manera deberá ser exagerada ni radical. La enseñanza tendrá que abarcar un amplio contexto de vida y en todo nivel, dándole al niño los medios, para que él pueda defenderse, enseñándole un conocimiento global, tanto universal como planetario y en base de ello, él pueda tener la oportunidad más adelante de escoger, por convicción y no por imposición.
Tenemos que transmitirles lo correcto e incorrecto de la acción, obra y pensamiento, pero no podemos ni ocultarles ni imponerles nuestro estilo de vida. Por ejemplo: Si en casa somos vegetarianos y nuestro hijo sale con sus amigos y come alimentos no acostumbrados en casa, no será el fin del mundo, ni para él ni para nosotros. El y solo él, deberá comprender a través de sus propias experiencias y vivencias, que esos alimentos no son buenos para su salud y cuando eso suceda, será él mismo que se preocupará y reorganizará su vida, responsabilizándose de su cuerpo y psiquis, él lo realizará en el momento que lo debe hacer.

En el transcurso de su crecimiento iremos percibiendo que aquel niño que se convirtió en adolecente y después en adulto, no es ni remotamente el niño que nosotros trajimos al mundo y que le enseñamos en sus primeros años todo lo que somos nosotros en el camino espiritual, donde colocamos todas nuestras expectativas y sobre todo, deseando profundamente, que ellos sean nuestra continuación espiritual. Comenzamos a percibir, sentir y ver, que muchas veces, todo lo que les enseñamos e inculcamos, aparentemente desapareció, vemos que él tiene su propia vida y que escogió un camino diferente al nuestro.

¿Realmente desapareció? No, no desapareció, simplemente se durmió. En todos esos años nuestros hijos estaban muy preocupados en aprender, vivir, enamorar, casar, continuar y todo lo que esta vida nos demanda. Tengan la certeza que ese hijo amado, esperado y traído a este mundo con todo el amor y expectativas de vida: Es el niño que ustedes educaron espiritualmente y que él algún día activará ese conocimiento interior, para llevarlo a la práctica de su vida. Todo se repite, nosotros despertamos a la espiritualidad a los 30 años y ellos también lo harán. Tengamos la seguridad que todo lo que nosotros sembramos, lo cosecharemos algún día y todos los frutos que de esa cosecha saldrá en el momento oportuno, porque será el alimento que los nutrirá en su vida y que después ellos transmitirán a sus hijos y estos a los suyos.

Nada desaparece, todo se transforma. Tal vez no sea como nosotros quisiéramos, tal vez nos da una impresión adversa y creemos que todo lo que enseñamos se fue rio abajo. No es así, lo que se siembra siempre dará un resultado, quizás no lo veamos en esta vida, en esta encarnación, pero lo sembrado, sembrado está y florecerá en su momento oportuno.

La infelicidad, tristeza, pena y desamor es cuando “Presionamos” a nuestros hijos, a nosotros mismos, o a todo lo que nos rodea, para alcanzar parámetros de vida, que muchas veces son inalcanzables o imposibles. ¿Qué sucede en nosotros cuándo lo inalcanzable se convierte en una meta tan alta, que pasamos toda una vida tratándo de llegar y pasados los años, nos damos cuenta que nunca lo lograremos y que solo hemos llegado a medio camino?

¿Qué sucede con nuestros hijos cuándo tienen que salir y comenzar su vida, teniendo que escuchar constantemente y repetitivamente, que para tener éxito en esta vida, tienen que correr detrás del dinero, poder, profesión, matrimonio, hijos y más, conforme los parámetros establecidos que una sociedad litigante y cruel les impone, llena de normas tan altas que muchas veces, no pueden llegar a obtener?

Entonces es aquí que los seres humanos, presionados por normas rígidas e inflexibles, activan la enfermedad psíquica, la cual representa el descontrol del Deseo del EGO. Este presiona a su víctima incontroladamente, de poseer, tener, alcanzar y demostrar. Esta forma de vivir que los seres de este planeta nos impone, nos está trayendo consecuencias físicas y psíquicas que no sabemos cómo combatirlas y curarlas, porque nos encontramos tan presionados por esquemas que nos empuja a una irrealidad inconsecuente de vida y existencia. Lo que nosotros llamamos Depresión, viene de la misma palabra:
DE – PRESIÓN

Es la presión constante de tener, conseguir, obtener, poseer, tanto en lo material, como en lo espiritual. Es el desbalance químico que el cerebro se somete por las Emociones que nos estrujan y exprimen, para prevalecer y destacarse en su Ego y al deseo de ese Ego. El Ego dentro de nosotros, es como un hijo caprichoso, malcriado, desordenado, incomprensivo y muy egoísta. Al EGO lo único que le importa es prevalecer y obtener a como dé lugar, sin importarle los efectos arrasadores que produce. Entonces nos instiga y obliga para que le satisfagamos todo lo que el pide. No importa como lo obtenga, él no se importa con nosotros y como no podemos darle todo lo que él exige, entonces entramos en una gran tristeza e impotencia, envolviéndonos de tal manera, que por consecuencia activamos: El Estado Retroactivo, reaccionando con pesar, desamor, ansiedad, angustia y pena con nosotros mismos o con aquellos que no pudimos complacer.

Al final, cuando llegamos a percibir que no podemos llegar a esas metas mirabolantes que nos impusimos, comenzamos a tratarnos con fármacos y tratamientos psiquiátricos. No estamos comprendiendo que somos nosotros los verdugos y las víctimas al mismo tiempo, es nuestra educación y la sociedad que nos exige al máximo. Al por estar tan ocupados en alcanzar esas metas, no entendemos que las respuestas están dentro de nosotros. Vivimos como los corderos, dejándonos llevar por ilusiones y proyecciones de vida, dejándonos conducir por el marido, la esposa, los hijos, la familia, los vecinos, la sociedad, el ego y la propaganda incesiva del consumismo y la ambición.
Después de haber vivido de esa manera, año tras año, descubrimos que somos dependientes de los fármacos y del psiquiatra. Vivimos una vida donde muchas veces no logramos superar la tristeza. Nos volvemos dependientes de las medicinas, las cuales aparentemente nos levantan el ánimo por algún tiempo, para luego caer nuevamente en la tristeza y el desamor.

¡¡No podemos permitir que esto nos suceda!! ¡¡Ni a nosotros ni a nuestros hijos!! Necesitamos romper con la presión de los esquemas de una sociedad, debemos librarnos de cualquier interferencia que nos presione a vivir de acuerdo a parámetros establecidos y tenemos que libertarnos de normas rígidas que nos imponen la familia, amigos y entorno en donde vivimos y nos desarrollamos. Debemos encontrar el Equilibrio entre lo material y espiritual.

No necesitamos de remedios, ni que otros nos digan como vivir o ser parte de una sociedad. Nosotros podemos vivir felices, ser personas de bien y quebrar los esquemas de consumismo y ambición. Nosotros podemos vivir sin presiones, trabajando para nuestras necesidades. Podemos obtener y tener sin necesidad de correr desenfrenadamente contra el tiempo y en contra de nuestra salud física y mental. Podemos romper con los esquemas construídos por organizaciones comerciales y ambiciosas, que nos mantienen adictos al consumismo y a los parámetros de vida que “ellos” han dictado o que la sociedad nos impone, inclusive en el camino espiritual.
Debemos aprender a decir... NO.

Necesitamos ser “LIBRES”. Necesitamos mucho amor, compresión, análisis y entendimiento de nuestra vida. Necesitamos encontrar un estímulo fuerte donde nos desarrollemos y encontremos las respuestas que buscamos. Necesitamos conocernos y saber a ciencia cierta lo que nos produce felicidad, paz, armonía, siempre y cuando nos ajustemos, a las normas de una vida decente de moral y ética.

NOSOTROS VALEMOS POR LO QUE SOMOS Y NO POR LO QUE TENEMOS,
solo así encontraremos la paz que procuramos.

El modelo clásico de una sociedad, exige y obliga a los seres, a ser personas de “Éxito” y ello significa: Tener mucho dinero, bienes materiales, cargos ejecutivos altos, inteligencia, astucia, vestir de acuerdo a la moda, comportarse dentro de patrones repetitivos, vivir dentro de estándares clasificados, hacer y tener lo que los otros poseen, para encajarse dentro de la Matriz.

Cuando surgen personas LIBRES, las cuales no se ajustan a las características nombradas, son rechazadas por la sociedad, porque no se amoldan a los parámetros “normales” que ella exige. Para la sociedad, los seres libres son personas raras y extrañas, son seres-espejos que les muestra una imagen que ellos no quieren ver. Las personas que son diferentes, no están enfermos, simplemente no pertenecen a la Matriz, están fuera de ella y así los debemos aceptar, ver, tratar y respetar”.
Las personas LIBRES no pertenecen a la sociedad esquemática, son seres “Especiales” y por serlo, son separados y puestos de lado. Como están fuera de la Matriz del modelo patronizado, ésta considera, dictamina, juzga y condena a este tipo de personas, por lo tanto, las encamina al tratamiento piquiátrico, el cual apoya y acrecienta esta distorsión con remedios y tratamientos, para que esos seres especiales se “Ajusten y entren” nuevamente a ser parte de la mayoría, de la masa y del montón.
Ser parte de la Matriz es continuar siendo corderitos sumisos y pertenecer a lo que todos están acostumbrados de ver, sentir y vivir. Es entrar en la carrera loca y desenfrenada de millones de personas, por poseer, adquirir, comprar, tener, ostentar y alcanzar. Es estar viviendo solo para vivir y no vivir para existir. Es espiritualizarse por moda y costumbre, pero no por convicción y descubrimiento interior. Es estar durmiendo, pero no para el descanso reparador, sino durmiento el sueño de la fantasía e ignorancia en un planeta exigente, incompresivo, egoista, implacable, severo, cruel, violento, sin compasión, sin alma, sin corazón y sobre todo sin... AMOR.
Un abrazo de LUZ y AMOR
www.elserunolibros.com.br

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