sábado, 25 de febrero de 2012
TU HIJO ES TU REFLEJO ¡!!
"Si queremos aportar algo trascendente a la
sociedad..., ofrezcámosle hijos amados,
porque estaremos ofreciendo
personas honestas, productivas,
buenas y felices."
Los padres proyectamos en nuestros hijos nuestras expectativas
de la vida, nuestras frustraciones, nuestras etapas de la infancia o
adolescencia sin resolver, nuestros "hubiera" y nuestras
necesidades insatisfechas, esperando inconscientemente que ellos
se conviertan en una extensión de nosotros mismos y que cierren
esos asuntos inconclusos.
Conocer la "parte oculta" de nuestra
relación, comprender por qué ese hijo, específicamente ése, nos
saca tan fácil de nuestras casillas, por qué nos desagrada, por qué
nos es tan difícil amarlo, por qué estamos empeñados en
cambiarlo, por qué lo presionamos con tal insistencia para que
haga o deje de hacer, nos abre la puerta a la posibilidad de un
cambio profundo en la relación con él.
Darnos cuenta
contribuye a transformar los sentimientos de rechazo, rencor y
su consecuente culpa, que pueden resultar devastadores,
facilitando el paso al único sentimiento que sana, une y
transforma: el amor.
por qué estás empeñado en cambiarlo, por qué lo
presionas con tal insistencia para que haga o deje de
hacer?
Darte cuenta de qué te pasa con tu hijo te abre la puerta a
la posibilidad de un cambio profundo en tu relación con
él .
A veces, mucho más frecuentemente de lo que te
imaginas, darse cuenta transforma, casi en segundos,
estos sentimientos de rechazo, rencor y culpa, que
pueden resultar devastadores. Muchas veces he sido
testigo del profundo cambio de percepción y sentimientos
de los padres respecto a sus hijos con el solo hecho de
descubrir y reconocer esa "parte oculta".
Mientras no la reconozcamos, difícilmente podremos solucionar los
problemas de forma real, profunda y permanente, ya que
aun cuando llevemos a cabo cambios de comportamiento,
de relación o de comunicación, la sombra de esa "parte
oculta" seguirá contaminando y eclipsando cualquier
intento de solución.
Vivimos en un mundo con muchos problemas y en el
fondo de ellos hay una enorme carencia de amor. Si
quieres aportar algo trascendente a la sociedad y al mundo
en el que vives, ofréceles hijos amados, inmensamente
amados, porque estarás ofreciendo personas honestas,
productivas, buenas y felices.
Te invito pues, únete a todos nosotros, padres y madres
que, como tú, estamos dispuestos a descubrir esa "parte
oculta" de la relación con nuestros hijos, a correr el
riesgo de incomodarnos por un rato si esto nos lleva a
vivir mejor y amarnos más.
Para comprender todo este asunto de la "parte oculta" de la
relación padres-hijos necesitamos hablar primero de los
mecanismos de defensa. Éstos son medios que
utilizamos inconscientemente para afrontar las
situaciones difíciles, distorsionando, disfrazando o
rechazando la realidad y así reducimos la ansiedad.
Existen alrededor de trece mecanismos de defensa.
Si bien todos, en ciertos momentos, utilizamos algún
mecanismo de defensa, esto sucede en mínimo grado en
las personas psicológicamente sanas y maduras, ya que
tienen un muy buen grado de autoconocimiento y manejo
de sus propios procesos. De tal manera que mientras más
sana es una persona, menos utiliza los mecanismos de
defensa y, cuando lo hace, casi siempre es consciente de
ello.
El inconsciente, aunque no se experimenta
directamente, ejerce efectos profundos y significativos
en tu vida.
La función del inconsciente es protegernos, resguardar
todo aquello que nos es difícil o doloroso enfrentar.
Pero también puede ayudarnos a cerrar nuestros asuntos
inconclusos echando mano de las herramientas
personales de que disponemos y nos puede proporcionar
todo el potencial necesario para la curación y el cambio,
porque el inconsciente no sólo es el depósito del material
amenazante, sino además es el cofre de tesoros no
descubierto, donde se encuentran tus recursos, tus
aprendizajes.
Así pues, esto que estoy llamando la "parte oculta" de la
relación con nuestros hijos se produce de manera
inconsciente y no como resultado de una decisión
intencional y consciente por parte de los padres.
En mis cursos y conferencias comento que en toda
familia conformada por dos o más hijos, siempre hay
un hijo al que llamo "oasis" y un hijo al que llamo
"maestro". El oasis es ese hijo o hija que casi se
autoforma y se autoeduca, a veces parece que ya nació
formado y educado. ¡Es tan fácil ser padre de ese hijo!,
es responsable, no da problemas y la relación con él o
ella fluye fácilmente.
El hijo "maestro", en cambio, nos voltea al revés, es el
que nos hace madurar, aprender y crecer, el que nos hace
leer libros, ir a terapia, cursos y conferencias para
encontrar la forma de lidiar con él, nos hace volver los
ojos al cielo en busca de ayuda y con ello nos acerca a
nuestra parte espiritual. Nos acerca a un Ser Superior,
el cual cada quien nombra o concibe a su manera.
Es difícil ser padre de estos hijos "maestros", a veces
pensamos que están mal, que hay algo equivocado en
ellos, pero créeme, no es así. Yo creo profundamente que
nuestras almas —las de los padres y las de los hijos— se
atrajeron mutuamente para crecer juntos; dicho de otro
modo, nosotros elegimos a nuestros hijos y ellos nos
eligieron a nosotros.
Con los hijos difíciles tenemos la
mejor oportunidad de aprender, entre muchas otras
cosas, el amor incondicional
Vuestros hijos no son vuestros. Son los hijos y las hijas del
anhelo de la Vida por perpetuarse. Llegan a través de
vosotros, mas no son realmente vuestros. Y aunque están
con vosotros, no os pertenecen.
Podréis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos,
porque tienen sus propios pensamientos.
Podréis albergar sus cuerpos, pero no sus almas, porque sus
almas moran en la casa del mañana, que no podéis visitar, ni
siquiera en sueños.
Podréis, si mucho, pareceros a ellos, mas no tratéis de
hacerlos semejantes a vosotros.
Porque la vida no retrocede, ni se estanca en el ayer. Sois
los arcos para que vuestros hijos, flechas vivientes, se lancen
al espacio.
El arquero ve la marca en lo infinito y Él es quien os
doblega, con su poder, para que sus flechas partan veloces a
la lejanía. Que el doblegamiento en manos del arquero sea
vuestra alegría, porque aquel que ama a la flecha que vuela,
también ama al arco que no viaja.
FRAGMENTOS :LIBRO TU HIJO, TU ESPEJO
DE MARTHA ALICIA CHAVEZ MARTÍNEZ
NAMASTE
Posteado x Cometa Azul
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TE AGRADECERIA ME DIJERAS CUAL ES TU OPINION SOBRE LO ACABAS DE LEER ?
Y POR FAVOR, DEJA TU HUELLA ANTES DE RETIRARTE, NO PIERDAS EL CAMINO DE REGRESO, QUE LA LUZ UNIVERSAL TE ACOMPAÑE.