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viernes, 30 de julio de 2010

Agujeros negros en la Conciencia

Te propongo algo difícil. Y te invito a que no renuncies por miedo o comodidad.

Que te animes a enfrentar a nuestros fantasmas cotidianos, y a desenmascarar a la propia hipocresía para vencerla y erigir a la honestidad como rectora de nuestra conducta.

Si aceptas este desafío, sigo adelante, sino te sugiero que dejes de leer esta nota y sigas tu vida cotidiana.

No quiero ser quien cambie tu mirada si prefieres la comodidad del no compromiso. No te juzgo, entiendo tu elección si la misma es vivir con el menor esfuerzo.

Suponiendo “telepáticamente” que me diste la aprobación, aquí me expreso:
Sabemos de la existencia de los agujeros negros, como un fenómeno natural en la mecánica del universo. Tal vez, hemos aceptado que su magnífica ingeniería celeste, tiene todo bajo control, más allá del pobre entendimiento del humano. Pero no hemos pensado en nuestros propios mecanismos de supervivencia y descuidando a la sabiduría, seguimos generando agujeros negros en nuestra consciencia.

En general, tendemos a no pensar o pensar limitados a lo que nos conviene. Si implica un sacrificio, nos hacemos los desentendidos y dejamos a los mártires para que se luzcan con sus obras, alegando que no somos dioses para arreglar al mundo. Ahí caemos en el peor error. No existen otros dioses que no sean los que alojamos en nuestras propias existencias. El que llamamos Dios externo, es una de las tantas escapatorias intelectuales de los que no se comprometen. Dejar en manos de Dios la resolución de nuestros problemas es desentenderse del compromiso de ser su co-creadores, privilegio con el que hemos nacido, aunque no lo aceptemos.

Los que yo llamaría agujeros negros fundamentales de nuestra consciencia, están formados por una cantidad de conductas como la desidia, la indiferencia, la necedad que nos anula como seres divinos y nos convierte en mediocres representantes de un reino biológico. El egoísmo, la frialdad ante el dolor ajeno conforman un caldo de cultivo donde proliferan las bacterias de la degradación humana, y hace más dañino y menos productivo al tiempo que debiéramos aprovechar para elevarnos, crecer, limpiarnos, dignificarnos…

¿Sigo? (Gracias, por no creer que son sólo críticas de mi parte.) También quiero aportar luz, ideas, proyectos, guía… lo que mi capacidad de raciocinio, apoyada en los valores espirituales me señale como parte de mi misión. Y aquí van mis reflexiones:

Dejemos de ver al semejante como enemigo. Paremos la costumbre de lucir mejor que el otro, para hacer más por el otro y aportar a su lucimiento. No vivamos compitiendo, sino compartiendo. Avancemos sin hacer caer al que va a nuestro lado. No pisemos cabezas. Iluminemos cerebros. Vayamos despojando nuestra casa y nuestra vida del lastre pesado del consumismo estéril, para sembrar simples semillas de equidad. Respetemos las diferencias, en pos de las igualdades de derechos. Pongamos el amor que entreguemos, antes del rechazo y el rencor por quien no nos quiera. No es mejor quien es más aplaudido, sino el que merece mayor respeto.

Una sociedad donde cada individuo se aísla, es menos que la suma de sus integrantes. Allí empiezan los embriones de los agujeros negros de la consciencia. Y la ignorancia es una de las madres de la miseria.

La otra es la indiferencia. Pero nos queda la bendita posibilidad de gestar al nuevo hombre, desde el núcleo de nuestro corazón.

Enseñemos valores, ayudemos al niño a incorporar principios de vida en armonía, antes que empujarlos a los tristes finales de la discordia.

El universo del hombre puede limpiar sus propias galaxias, con un baño de luz que destierre para siempre la amenaza de ser tragados por los agujeros negros de la consciencia.
Fuente: O.Capobianco

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