![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgg_u6ur8qbFOUau_tezmnZoIpas1LOkN4V3jf3USywLKC4GgfMJSBsJWH6cgCHj040-CMIFZ6fAwsT9HB8j9v479o7JC48omsU8y06aTQiLPPeZI6UO2Zhha3EZUM-8ESXcqgyEXD6vntJ/s320/buda+zen.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijEAHSTQ8GwCyKNd69giDnWjb-r3q57onMM2gxlc9ua5l3dgy0_82Kn3R3M35O2AaikmYFWED42tz9D-ydi05jXrm2Cb9bMskrdXXozb9ul8pW9gCNcYr61-ItSuAfyeie3khn780b8rZL/s320/budismo1.jpg)
Después de su iluminación, Buda Shakyamuni enseñó las Cuatro Nobles Verdades:
La Verdad del Sufrimiento. La existencia es sufrimiento.
La Verdad de la Causa del Sufrimiento. El deseo, el apego y la ignorancia son las causas del sufrimiento.
La Verdad de la Cesación del Sufrimiento. Los seres humanos podemos experimentar un estado de conciencia exento de sufrimiento.
La Verdad del Camino hacia la Cesación del Sufrimiento. A este Camino se le llama el Noble Sendero Óctuple, formado por ocho aspectos:
1- Visión correcta.
2- Pensamiento correcto.
3- Palabra correcta.
4- Acción correcta.
5- Medio de existencia correcto.
6- Esfuerzo correcto.
7- Atención correcta.
8- Meditación correcta.
Todas las formas del Budismo tienen su origen en esta primera enseñanza de Shakyamuni Buda en el Parque de las Gacelas de Benarés, poco tiempo después de su iluminación. Durante los siglos que sucedieron a la desaparición de Shakyiamuni, el Budismo se extendió por toda la India y el sudeste asiático. Así pronto surgieron divergencias entre distintas maneras de interpretar las enseñanzas originales del Maestro.
Se crearon diversas escuelas y se desarrolló una compleja exégesis sobre el sentido real de lo enseñado por Buda. Esto produjo una cierta confusión en el mundo budista primitivo. Ante esta confusión, grupos cada vez más numerosos de maestros y monjes budistas decidieron retirarse a las montañas y a los bosques para dedicarse exclusivamente a la práctica de la meditación enseñada por el Buda. Así, de manera poco organizada, fue naciendo la llamada Escuela de Dhyana.
Dhyana es un término sánscrito que significa "absorción de la mente" y designa el estado de conciencia propio de la meditación budista. Dhyana se convirtió en Chan na, en chino. Más tarde la expresión quedaría abreviada en Chan. Zen es la trascripción fonética al japonés del término chino Chan.
La enseñanza del budismo Zen no está basada en las escrituras, sino que es transmitida de corazón a corazón, de maestro a discípulo, a través de la realización de la propia naturaleza original que tiene lugar gracias a la práctica de la meditación zen.
El Budismo Zen surgió como síntesis entre el Taoísmo y el Budismo Mahayana, es una escuela de enseñanza tradicional, que tiene como principio la creencia de que todos los seres poseen una naturaleza búdica, por lo que conocerse a uno mismo es conocer y ser la esencia de Buda.
Este concepto básico del Zen, toma como método para restaurar la conciencia en el ser humano. Una serie de disciplinas y prácticas artísticas destinadas a provocar el vacío mental del alumno para que éste quede libre de ataduras psicológicas. Libre de conceptos de toda clase, de ideas preconcebidas, esto es virginal o vacío, pues sólo así estará cualificado para comprender las enseñanzas del Zen, diseñadas por antiguos maestros para conducir, al que lo busca, al conocimiento de sí mismo, clave con la que se abren todos los caminos hacia el conocimiento del Ser Universal.
El Ser Universal es aquel que ha llegado al máximo del vacío, dice Lao-tsé, estará fijado solidamente en el reposo. Volver a su raíz, es decir al Principio del origen primero y el fin último de todos los seres para entrar en el estado de reposo.
La enseñanza del Zen emplea un método directo para conseguir el despertar del adepto, es un sistema que conduce a la metafísica de modo directo, tomando como soporte ritual el instante presente, lo natural, espontáneo y cercano, esto es, la propia cotidianidad. Pero se trata de que el alumno lo vea todo de nuevo, de conseguir que observe la realidad que permanece "oculta ante sus ojos", pero eso no se logra corrigiendo algún tipo de anomalía visual: es la psiquis la que debe ser reeducada, y esto requiere, evidentemente, de métodos capaces de lograr el rompimiento de nivel psicológico necesario.
El Zen tiene como único propósito ayudar al individuo a buscar las claves de la esencia de las cosas. El Zen conduce a la transmisión de una visión simbólica o significativamente necesaria para advertir al Universo eterno y constantemente expresándose en la apabullante complejidad y orden de una Maquinaria Estelar.
La comprensión del Zen no permite el engaño del alumno, pues no existe en esta vía la posibilidad de una iniciación virtual o teórica, de modo que no hay lugar para el que quiere hacerse el listo, pues el maestro rápidamente advierte su ignorancia, ya que no hay nada fuera de él mismo para demostrar que ha comprendido el Zen.
La iniciación se obtiene luego de desaprender. De ahí que se diga de estas escuelas que son "colegios donde no se enseña", o "Templos sin puertas". Lo que cuenta siempre es la propia experiencia, la propia comprensión de las enseñanzas, pues uno será lo que comprende y no por la guía de cualquier sapiencia. Ése es el conocimiento al que conduce el camino del Zen, nacido de la sonrisa de Buda y reconocido sólo por su discípulo "preferido". Aprender el camino de Buda es aprender acerca de uno mismo, y olvidarse de uno mismo para estar iluminado por todas las cosas del mundo, y prescindir del cuerpo y de la mente.
Es en la pura contemplación, vacío de formas y de conceptos adquiridos, como el hombre consigue penetrar el núcleo de las cosas. Es vaciando su espacio mental, su estructura psicológica o su adulterada personalidad, plagada de egos o poses, como el hombre obtiene su experiencia de "satori" o iluminación, restaurándose en él su ingenuidad infantil la del no saber. Ahí se produce la iniciación y empieza el re-aprendizaje, es decir, el arte de vivir la iniciación, pues la "única enseñanza es aprender" como dice Tao Te Ching "Un camino de mil millas empieza ante mis pies"
¿Qué es el Zen? -preguntó un discípulo a su maestro. ¿Qué eres tú? respondió éste (luego un silencio) ¿Comprendes? -pregunta el maestro. No sé. -respondió el discípulo. Esa mente que no sabe eres tú. El Zen es comprenderte a ti mismo -le respondió el maestro.
Esto significa que las cosas deben ser observadas como verdaderamente son: tremendamente simples o naturales y sorprendentemente misteriosas o sagradas. Sin que entre ellas y nosotros interfieran los juicios que sobre ellas tengamos con prejuicios pues son puntos de vista siempre relativos. Implica, por consiguiente añadirse a ellas, o más bien contemplar que uno ya está añadido. Si algo nos separa de esa Realidad, es nuestra mente, esa que nos hace creer que somos su producto, que quiere comprender por ella misma, que se siente capaz de razonarlo todo partiendo de unos condicionamientos impuestos, privando al hombre verdadero de reconocer su auténtica naturaleza esencial. Esa mente prepotente e individualista que hace al hombre esclavo de su ignorancia es la que hay que regenerar vaciandola para estar en condiciones de comprender el Zen, el Ser o la esencia de las cosas.
Las enseñanzas del Zen (Chang en chino) conducen a liberarnos de todos esos impedimentos mentales, adherencias o envolturas, que nos tienen distraídos de la verdadera naturaleza búdica.
El Zen sostiene que todo ser humano tiene la posibilidad de contemplar la existencia desde lo absoluto, es decir, liberado de la dualidad. Para conseguir poner al hombre en situación de experimentar esta teoría, ha desarrollado diferentes ejercicios, que se realizan con la ayuda de un maestro. Sobra decir que el estudio del Zen requiere de un compromiso sincero por parte del alumno, y de un seguimiento por parte del maestro. Del conocimiento que el maestro va obteniendo de la naturaleza del alumno, van surgiendo las pruebas y la instrucción.
En el caso de la meditación Zen, ésta consiste en lograr dejar inactiva la mente, lo que se denomina practicar el arte wu-wei, la no-acción, y es "sacudiendo" nuestra manera de pensar, eso que para nosotros puede representar "el punto de vista lógico", que no es sino nuestra particular manera de ver, como se debe preparar el alma o psiqué para entrar en otros espacios de ella misma, en otra perspectiva más amplia donde la Realidad adquiere visos de su misteriosa trascendencia.
Sentarse de una determinada manera, sobre un cojín en el centro de una habitación o en una silla, por ejemplo, erguido y orgulloso, son métodos eficaces que ayudan a afirmarse en la realidad. Uno comprueba como en esa postura, que es por sobre todo una actitud, no siente miedo, timidez ni arrogancia. Los pensamientos pasan libres y no condicionados. Tampoco escoge o discrimina ninguno de esos pensamientos, ni imágenes: todos llegan y se van. Aquel que medita en el centro inmóvil de la rueda no tiene interés por ningún pensamiento, siempre periférico, sino en el instante anterior a todos ellos.
Muchos de los métodos empleados por los maestros de Zen tienden a provocar el desconcierto mental; a veces a través del humor y la ironía, todo ello para disponer el alma del individuo en condiciones de lograr su transformación psicológica y, de este modo, aprender a ver la manifestación como un gran símbolo revelador del Zen.
Como templos sin puertas que son, las enseñanzas Zen no están sujetas al "ceremonialismo", sino que el Zen se realiza en todo momento. Los maestros del Zen mantienen que el perfecto despertar es compatible con los actos cotidianos de la vida, dado que la libertad, a la que se aspira, no puede estar ligada a ningún tipo de convencionalismo.
En la literatura Zen se cuenta la siguiente historia acerca de Huai-jang, cuando éste iniciaba al que sería su sucesor Ma-tsu, que entonces estaba practicando la meditación en posición de sentado:
-Su reverencia -preguntó Huai-jang-: ¿qué objeto tiene meditar sentado?
-Convertirse en un Buda -contestó Ma-tsu.
Entonces Huai-jang tomó una baldosa y comenzó a pulirla sobre una roca.
-¿Qué hace usted, maestro? - preguntó Ma-tsu.
-La estoy puliendo para hacer un espejo- dijo Huai-jang.
-¿Y cómo va a hacer que una baldosa pulida se convierta en un espejo?
-¿Y cómo va a hacer que meditando sentado se convierta en Buda?
La instrucción que se da hoy en los monasterios o escuelas Zen comienza con un periodo en el cual el alumno debe practicar meditando en el vacío, pero este rito no se hace necesariamente de una determinada forma; el alumno puede pasar este periodo de aprendizaje colaborando en la cocina, o sirviendo a su maestro. Durante esta etapa el maestro apenas interviene, únicamente observa al discípulo. Sólo cuando considera que la predisposición de éste es la adecuada comienza la verdadera instrucción; es decir, que como se ha dicho, "el maestro aparece cuando el alumno está dispuesto". Cada maestro tiene su propio método de enseñanza, esto es, su propio sistema para conseguir que el discípulo adquiera un nuevo criterio para comprender la verdad de todas las cosas y de él mismo. Método que aplica de modo distinto según la naturaleza que observa en cada uno de sus alumnos.
A medida que las enseñanzas van penetrando en el individuo, y éste queda envuelto en su clima, va surgiendo una nueva perspectiva o cambio interior, que se percibe como afirmación de una intuición intelectual. Es la experiencia del satori (iluminación) sin la cual no hay posibilidad de comprender el Zen.
Po-chang, de quien se dice que experimentó su satori cuando Ma-tsu le gritó al oído dejándolo sordo por tres días, da esta sencilla definición del Zen: "Cuando tengas hambre, come, cuando tengas sueño, duerme". En cuanto a buscar la naturaleza de Buda dice que "se parece mucho a cabalgar un buey en busca del buey".
El Zen basa toda su enseñanza en tratar de dirigir la atención a la acción (incluyendo la mental) del presente, pero no es la acción lo que interesa al Zen, sino el Principio inmutable del que toda acción depende. Lo que R. Guénon denomina "acción de presencia", aquello que permanece cuando el vacío mental se produce, es la esencia del Zen.
Huanng-po escribió un "Tratado sobre los fundamentos de la doctrina de la mente", parte de él recogido por Suzuki. De esta obra es la cita que sigue: "Si quienes estudian el Tao no despiertan de esta sustancia mental, crearán una mente por encima de la mente, buscarán al Buda fuera de sí mismos y quedarán apegados a formas, prácticas y ejecuciones, todo lo cual es dañino y ajeno al camino que lleva al supremo conocimiento. Temiendo que ninguno de ustedes entendiera, se le dio el nombre de Tao (Amor) pero ustedes no deberían basar ningún concepto en ese nombre."
Así se dice que "Una vez cazado el pez, la trampa queda olvidada" cuando el cuerpo y la mente alcanzan la espontaneidad, se llega al Tao y se comprende la mente universal. En otros tiempos los hombres tenían mentes agudas. Al oír una sola frase abandonaban el estudio y por eso se les llamaban los sabios que, abandonando el saber, permanecen en la espontaneidad. En la actualidad la gente sólo busca atiborrarse de conocimientos y deducciones, confiando mucho en las explicaciones escritas y dando a todo esto el nombre de práctica".
Esto no significa que la instrucción en los conocimientos teóricos, científicos y el estudio en general, quede excluido para los iniciados del Zen, ni mucho menos; significa únicamente que para comprender la metafísica o despertar a la realidad trascendente del mundo, no son, en absoluto, necesarios estos conocimientos, y a veces, incluso, son un inconveniente. En definitiva, no es de "eso" de lo que trata el despertar, no consiste en eso la iniciación, Neti neti, no es eso, no es eso, como se dice en el hinduismo acerca del Brahma supremo.
Suzuki, por ejemplo, era un gran erudito, amante del estudio, tenia la casa llena de libros y papeles, según cuenta A. Watts que lo visitó en su domicilio. Escribía a la vez en varias habitaciones, donde tenia comenzados varios libros, e iba y venía según se sentía inclinado a trabajar en uno o en otro sin tener que recoger el material de referencia.. En ocasiones eran varios capítulos de un mismo libro los que escribía a la vez. "El hombre es un ser pensante- dice Suzuki- pero sus más grandes obras las realiza cuando no piensa ni calcula. Hay que ser como niños, mediante largos años de aprendizaje del arte de olvidarse de sí mismo. Cuando esto se ha conseguido el hombre piensa y sin embargo no piensa." A. Watts, El Gran Mandala.
Lin-Chi, maestro Zen y discípulo de Huanng-po, dijo en cierta ocasión: "Amigos les digo esto: no existe Buda, ni camino espiritual que deba seguirse, ni aprendizaje ni realización. ¿Qué perseguís con tanta ansiedad? ¿Poner otra cabeza sobre la que tienen, ciegos idiotas? Su cabeza está donde debe estar. El problema es que no creen bastante en ustedes mismos y tropiezan constantemente con todas las situaciones en que se encuentran. Esclavizados y desorientados por las situaciones objetivas, no tienen ninguna libertad, no son dueños de ustedes mismos. Dejen de mirar fuera y no se aferren tampoco a mis palabras. Dejen de aferrarse al pasado y de anhelar el futuro. Eso es mejor que diez años de peregrinación".
Lo que aparentemente se muestra como una gran ironía, incluso sarcasmo, de los maestros Zen, no son más que planteamientos paradójicos con los que abocan al aprendiz, atrapado en un callejón sin salida, a tener que replantearse de nuevo todos sus conceptos y demás fijaciones mentales, pues advierte de la invalidez que éstos tienen para comprender. Es así como provocan, que sin argumentos, la mente se anule y únicamente quede de ella ese espacio vacío, y al tiempo lleno de dudas, de incertidumbres, quieto, inactivo y a la vez expectante. ¿Qué le queda hacer a un hombre en tal circunstancia? ¿Tal vez aprenderlo todo de nuevo?
Esa es la idea de la doctrina wu-wei, la no-acción, o wei-wu-wei, acción no actuante. Guénon dice en el último capítulo de Esoterismo Islámico y Taoísmo: "No es a la acción exterior a la que el Taoísmo concede importancia; la considera, en resumidas cuentas, como indiferente en sí misma y enseña expresamente la doctrina del no-actuar cuya verdadera significación los Occidentales, en general, tienen dificultad en comprender, aunque pueden ser ayudados en ello por la teoría aristotélica del motor inmóvil cuyo sentido es el mismo en el fondo, pero cuyas consecuencias no parecen haberse esforzado nunca en desarrollar". En medio de todos los pensamientos, de todas las incertidumbres ¿Quién? El nacimiento de ésta pregunta en el corazón del hombre es el inicio de cualquier conocimiento.
Algunas escuelas Zen han desarrollado un método de enseñanza denominado Koan. Los Koans son especies de problemas psicológicos que son planteados al alumno para que éste los resuelva. Muchos de ellos son famosos y han sido transmitidos de forma oral. Se dice que con estos Koans experimentaron en su día el satori de algunos antiguos maestros Zen. Este ejercicio espiritual, consiste en meditar en un tema concreto y aparentemente paradójico propuesto por el maestro al alumno, y que éste jamás podrá resolver empleando su lógica racional, por lo que se ve obligado a una reflexión exhaustiva para dar su respuesta al "asunto", que al no darle resultados, acaba por provocarle un estado de catarsis que derrumba todos sus pensamientos y sus nociones de las cosas. Equivalente a decir que se ve obligado a interrumpir su diálogo interno, a desprenderse de sus conceptos y prejuicios, de sus adherencias, en definitiva de todo aquello que le impide entender la naturaleza de las enseñanzas. Embargado por la duda y el desconcierto, el aprendiz inevitablemente queda situado en una nueva perspectiva de su realidad. Se encuentra con que nada de lo que él cree que es, satisface como respuesta al maestro, lográndose dar cuenta que no tiene conocimientos para dar solución a la cuestión.
Es fácil advertir que la meditación del Koan lo que verdaderamente provoca es una regeneración psicológica de aquel que la experimenta. "El resultado de esta práctica -dice Suzuki- conduce a la visión esclarecedora que penetra en la verdadera naturaleza de todas las cosas".
Por medio del Koan, el Zen persigue el desconcierto desde el punto de vista de nuestra lógica, pues el Zen es sobre todo ilógico, a decir de Suzuki: "el Zen quiere tomar por asalto la fortaleza de la insensatez".
Uno de los Koan más famoso, recogido por varios autores, es el que el maestro Hakuin solía plantear a sus alumnos. Este les proponía que escuchasen el sonido que emitía una palmada dada con una sola mano. Luego debían dar sus conclusiones sobre tal "audición". Otro de los más divulgados es aquel Koan que planteaba otro maestro a sus discípulos. Este les enseñaba una vara o báculo, Shippei, símbolo de autoridad y a la vez bastón para caminar, les decía: Si la llamáis vara no es lo propio. Si no la llamáis vara es falso. Entonces decid: ¿cómo la llamareis? Esto recuerda aquella frase hermética en la que refiriéndose a la piedra filosofal se dice: "Esto es piedra y sin embargo no es piedra".
Significa que todas las cosas tienen una realidad que podría llegar a ser muy diferente si nos esforzáramos o simplemente nos interesara mirarlas desde un punto de vista más elevado. Buscar la verdad de las cosas consiste en situarse por encima de sus apariencias observándolas desde su unidad o complementariedad para, desde este plano superior de observación, advertir que todo tiene una profundidad hasta entonces incluso inadvertida y que es su Verdad.
Se trata de situarse simbólicamente en el centro de la rueda, un lugar llamado, por relación simbólica, equilibrio y armonía, un lugar donde no existe conflicto bueno-malo, y por ello un lugar donde necesariamente reina la justicia. Esta idea podría llegarse a comprender sólo en teoría (mentalmente) pero sin producir el resultado de una verdadera transmutación de la conciencia a su estado de permanente equilibrio. Pero aprehender el Zen, como doctrina mistérica requiere necesariamente de la experiencia, al nivel que ésta se produzca, pero experiencia.
En la doctrina Taoista en general, no es posible quedar atrapado en la forma ritual concreta, porque el método Zen consiste en que no hay método definido, aunque sí pautas generales. La iniciación es instantánea, lo cual no significa que se llegue a ella con el primer Koan planteado (o sí, "ya que todo el Zen está contenido en cada Koan), ni que todos alcancen el mismo nivel de comprensión.
El aprendizaje puede llegar a ser muy duro, pudiendo pasar incluso años en que un alumno reciba por respuesta a sus preguntas un puñetazo de su maestro como toda contestación. Se ha dicho que: "toda pregunta bien planteada lleva consigo su respuesta". Los más capaces o dotados para la enseñanza, pasan a formar parte de la jerarquía dentro de los monasterios. Otros se hacen monjes solitarios que reciben e instruyen a contados alumnos que llegan hasta ellos atraídos por su fama de sabios. Otros, después de recibir el satori, vuelven a sus ciudades y realizan una vida corriente lo que no indica que los que se inclinan por esta opción no pertenezcan también a esa misma jerarquía intelectual como hombres del Zen. Desde hace años maestros Budistas y Zen-Budistas también recorren sobre todo Europa y Norteamérica difundiendo sus enseñanzas.
El resultado del satori se experimenta como la normal inclinación que uno siente por su naturaleza búdica. Libre y sin necesidad de hacer nada, pero no dejando nada por hacer. Eso es el Zen. "El Tao nunca actúa, pero todo lo hace". Tao Te Ching. Y los maestros, sabiendo de las dificultades que el hombre actual tiene para entender esta enseñanza, crean sus métodos. Estos son ingeniosos, sorprendentes, enigmáticos, irónicos, paradójicos, aparentemente absurdos atendiendo a la naturaleza del propio instructor, es decir, al arte con que es capaz de realizar la síntesis que haga posible trasmitir los conocimientos tradicionales.
Meditar en el vacío, o provocar el vacío mental, no tiene que ver con pretender negar nuestra mente, los deseos o las pasiones; éstos son inevitables siendo como son parte de la naturaleza humana, y no es inteligente desear no desear aquello de poner una cabeza sobre la cabeza. Se trata de salir de la rueda situándonos simbólicamente en el centro de ella, en el refugio de nuestro corazón, centro del Ser, desde donde es posible observar quietamente sus movimientos, dejando que los deseos y pasiones circulen, que vengan y vayan, como viene la primavera y luego se va, como lo más natural del mundo. Es así como sucede todo, son esas las leyes que rigen el Universo y de las que no es posible la exclusión, porque es ese el ritmo con el que fluye la vida y todos estamos sujetos a sus leyes.
Situado en el centro de la rueda, del corazón, que es la sede de la inteligencia universal, los deseos banales desaparecen y no queda más que el flujo de la vida, es decir, el Zen, advirtiendose que no hay más que vivirla haciéndonos conscientes de nuestro papel central en ella, contemplando su armonía, su perfección infinita, siempre inacabada, siempre por descubrir. Y uno allí, quieto y sereno, y aunque dure un instante ese reconocimiento, esa entrega, nada importa, porque lo que se percibe es la eternidad, y uno ya no dejará de perseguir ese momento de luz que fecundó su memoria. ¿De dónde vino? ¿De que misterioso lugar llegó el rayo de luz? La respuesta permanecerá oculta en las tinieblas superiores, pero la vívida experiencia, la Verdad de esa realidad sutil, como tesoro encarnado, ya nunca abandonará la morada de nuestro corazón, como sede que es del corazón del Ser del Universo.
Pero el trabajo continúa, y es arduo para casi todos, pues es menester instaurar definitivamente en nosotros esa conciencia, aunque esto se conciba ya como una lucha interior y continuada, lo que la tradición islámica denomina "la gran guerra santa". Perder de vista el significado real de este símbolo esotérico, es decir, padecer de literalidad o esoterismo, da como resultado los integrismos y fanatismos que han dado lugar a tanta injusticia y dolor en los países islámicos. La Inquisición española, es otra muestra vergonzosa de hasta donde puede llegar la incomprensión y la ignorancia. Otro tanto podríamos decir de la masacre cultural a los pueblos de toda América. Es la memoria de ese instante la que debe alimentarse, y sólo la Inteligencia Superior, a través del rito del recuerdo o rito de la memoria, puede mantenerla arraigada y viva.
Ese único deseo de vivir en plenitud con la Unidad es el motor que perdura cuando se comprende el desatino de dar crédito o identificarnos con lo superfluo y dual, que sólo ocasionan agitación en el alma.
Después del satori el Koan se convierte en una práctica habitual del monje, con el propósito de mantener viva la memoria de ese momento de luz, pues ahí se halla la semilla del desarrollo intelectual del hombre."Lo más pequeño es lo más poderoso", dice la frase hermética. La disciplina en el ejercicio busca que arraigue la visión obtenida en el satori, de modo que ésta nueva visión obtenida consiga trasformar todos los actos de la vida.
No importa cuantas veces desviemos el camino, o cuantas veces dudemos de nuestra capacidad de comprensión. Los errores no deben hacernos decaer el ánimo ni hacernos sentir culpables, porque ellos están implícitos en el mismo proceso. Lo que verdaderamente importa es la intención del corazón y no olvidarnos de que, en palabras de F. González, "el respeto a lo Sagrado es el principio de cualquier Sabiduría".
La experiencia del satori por medio de la comprensión del Koan, podría compararse con aquel que después de navegar días, meses o años en busca de tierra, por fin divisa una isla, luego pueden venir tempestades que se la oculten, pero sabiendo ya de su existencia, el navegante se mantendrá a la espera de que pase el temporal y seguirá el rumbo una vez aplacada la tormenta. El rito, que es todo acto hecho desde la comprensión, tiene la facultad de restablecer nuestra memoria viva o reorientarnos constantemente.
Se destacar el hecho de que los maestros Zen no conceden importancia a las palabras, es decir, no es la elocuencia ni el discurso perfectamente expresado y razonado el que demuestra que el alumno ha comprendido o experimentado el satori. Son los pequeños gestos, esto es, las reacciones más espontáneas las que hablan por el aprendiz, pues "no hay en el satori -dice Herriguel- ninguna verdad de la cual uno pueda apropiarse y luego restituirla de memoria, sino una nueva forma de ver, de concebir".
Otro de los ejercicios destinados a provocar el satori o visión intuitiva en el alumno es la meditación zazen. La particularidad de este ejercicio de meditación consiste en que ésta debe ser practicada en todo momento, y no exclusivamente durante las sesiones destinadas a ello, pues se considera que la verdad puede hallarse igualmente estando sentado, de pie, andando o tumbado, es decir allá donde el alumno se encuentre.
El zazen se basa en la concentración del ritmo respiratorio. Se inspira el aire externo y se expira el aire interno. Esta interrelación que se produce con cada inhalación y exhalación, representa la propia respiración del universo. La Unidad indiferenciada que no conoce fuera ni dentro y en la que se reabsorbe necesariamente la dualidad. No se puede decir con propiedad ni "yo respiro" ni "me respiran", sino que únicamente existe la respiración, como sólo existe la Vida, aunque esta se manifieste de indefinidas maneras. De este modo todos los actos, incluso los más cotidianos, como vestirse, conducir, comer, etc., adquieren un relieve absoluto. Todo cuanto uno es se halla implícito en cada acto o gesto. Tomar conciencia del "ahora" como tiempo trascendente constituye el verdadero rito, que está al alcance de todos.
A pesar de su simplicidad, esta meditación del "estar" es una vía sólo para guerreros y héroes, los que armados de una voluntad firme por conocerse a sí mismos. Lao Tse y Chuang-Tse conocían ya la "respiración metódica" según lo refiere M. Eliade.
Así el camino del Zen se recorre desde lo más concreto y cotidiano de la existencia a lo más sutil y trascendente de esa misma existencia, llegando de la visión horizontal a la vertical, es decir, de la dualidad del mundo manifestado a la Unidad de esa misma manifestación, de un solo "tiro de flecha".
La respiración, la concentración en el círculo o la rueda, generan imágenes simbólicas que evocan la idea de movimiento y al mismo tiempo de inmovilidad. Como el yin y el yang, también evocan la realidad de un mundo de contrastes entre los opuestos y por eso mismo complementarios. El círculo precisa del punto central, ya sea explícito o tácito, la rueda no giraría si le faltara su eje central e inmóvil; el yin (que representa lo pasivo, receptivo, femenino) necesita de su opuesto, el yang (relacionado con lo activo, expansivo, masculino), para equilibrarse. Está claro que esta dualidad hace posible la manifestación y la vida, como demuestra nuestro propio hálito. Advertir el "Principio de inmovilidad," supone alcanzar la visión real de un cosmos organizado a partir de un eje central, conforme a una ley basada en la armonía entre las partes y el todo.
Dice Suzuki: "El Zen es el espíritu del hombre. El Zen cree en la pureza y bondad interior". Se trata de creer en la intuición sincera del corazón de uno mismo, donde reside nuestra verdadera inteligencia, la que todo hombre posee, y esa idea debe ser suficiente garantía para no caer en el desaliento que provocan las muchas dificultades. El trabajo operativo de todo aprendiz consiste, utilizando la simbólica del Arte de la Construcción, en pulir la piedra, limar las impurezas y extraer la joya, siempre original (de origen), que ya está contenida en el interior.
El maestro Zen enseña al alumno a descubrir su propia y luminosa originalidad, ayudándolo a despojarse de toda afectación o "poses" adquiridas. Son las cáscaras que tienen aprisionado el espíritu del hombre las que deben ser eliminadas, y esto sólo se consigue siendo el alumno quien descubra las cosas, quien haga un trabajo interior que le ayude a comprender el mensaje: que todo se está revelando, y que por ello todo está por descubrir. La comprensión, que es por definición iluminadora, destruye lo ilusorio y da a luz la realidad, queremos decir, la Verdad. La aprehensión de esta idea, es el único medio eficaz para ganar la perspectiva Zen.
Como todo verdadero maestro, el maestro Zen, revestido de la energía psíquica que libera a las almas de sus cadenas, se convierte en transmisor de una "clave" tradicional, la clave de su propia liberación, para ello emplea su arte e ingenio, pero sobre todo su amor (a veces como rigor) con el fin de que el discípulo logre encarnar el conocimiento de sus enseñanzas.
El Zen, es el impulso vital, la acción simultánea al gesto anterior a la creación, es decir por encima de todo el Zen es la certeza del profundo misterio del no-ser, principio no actuante que todo lo hace. (Haciendo sin hacer). "El Tao que puede ser nombrado no es el Tao Eterno", nos dice Lao Tse. Tao o Zen (pues es la misma esencia) no es una imagen, ni una palabra, o cualquier concepto; es ante todo, una certeza, un impulso constante capaz de cambiar la orientación de la vida de quien lo penetra. Quien conoce lo constante de la vida lo abarca todo.
Otro de los métodos de instrucción empleado por los maestros Zen se desarrolla en forma de diálogo; se trata de un ejercicio de preguntas y respuestas, diseñadas para despertar la intuición intelectual del alumno, para que llegue a sus propias conclusiones, es decir, que responderá o hará preguntas conforme al criterio obtenido en su satori.
"P. ¿Las palabras son el espíritu en sí?
R. No, las palabras son circunstancias exteriores, no son el espíritu.
P. Siendo esto así, prescindiendo de las circunstancias exteriores, ¿dónde, pues, se puede buscar el espíritu?
R. No existe espíritu alguno independiente de la palabra.
P. Si no existe ningún espíritu independiente de las palabras, ¿qué es pues el espíritu?
R. El espíritu no posee forma ni figura. En realidad no es independiente o dependiente de la palabra. Él es eternamente sereno y libre en su obrar. Si llegas a aprehender que el espíritu no es el espíritu, comprenderás al espíritu y su creación."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
TE AGRADECERIA ME DIJERAS CUAL ES TU OPINION SOBRE LO ACABAS DE LEER ?
Y POR FAVOR, DEJA TU HUELLA ANTES DE RETIRARTE, NO PIERDAS EL CAMINO DE REGRESO, QUE LA LUZ UNIVERSAL TE ACOMPAÑE.