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lunes, 11 de octubre de 2010

EL GRAN SECRETO - 1

Una nueva rama de la ciencia, con su consiguiente tecnología, podría llevar años de desarrollo en algunos laboratorios, rodeados del máximo secreto.
Sus aplicaciones podrían transformar radicalmente la sociedad humana y dar paso a una nueva era imprevisible para el poder.
Sin embargo, todos los esfuerzos por encubrir este conocimiento serian inútiles, dado que la teoría en la cual se basa implica que los saltos evolutivos son dirigidos por fuerzas interdimensionales que ni siquiera sospechamos.

En junio de 2000, el Dr. Lijun Wang, de la universidad de Princeton, consiguió superar la velocidad de la luz acelerando un pulso de radiación láser.
El resultado del experimento cuestiona la teoría de la relatividad y parece exigir una nueva física para explicar ciertos fenómenos, precisamente en un momento histórico que muchas tradiciones milenarias coinciden en calificar como el comienzo de una nueva edad de oro.

Imaginemos durante un momento como seria el mundo si la energía que consumimos fuera virtualmente gratuita. Utópico ¿verdad? ¿ Y si fuéramos capaces de gobernar el clima, descomponer y recomponer la estructura fundamental de la materia, dirigir el curso de nuestra propia biología y, en general, dominar y controlar cualquier fuerza de la naturaleza?
La consecuencia inmediata que se nos ocurre es que nuestro nivel adquisitivo ascendería hasta niveles considerablemente mas altos que los actuales, es mas: ese proceso se reproduciría a escala mundial haciendo que la pobreza y el hambre desaparecieran de nuestro planeta.
En esta situación, no cabe duda de que nuestra especie se vería libre de todas las servidumbres.
Viviríamos en un mundo donde no seria necesario trabajar, en el cual cada persona podría encaminar su vida y su talento por los senderos que estimase mas oportuno.

Ahora, imaginemos que, por algún acontecimiento cósmico, el ser humano alcanzara estas capacidades, no por meritos propios, sino porque se viera abocado de forma inevitable a dar el siguiente paso evolutivo en esa dirección y que el experimento del Dr. Wang, que parece haber abierto una grieta en la física relativista, es el primer atisbo publico del nuevo conocimiento. Bonita historia.
¿Estaríamos nada menos que ante la utopía soñada por los visionarios de todos los tiempos: el ideal en el cual coinciden las ideologías de todos los signos, aunque discrepen en los medios para crear semejante paraíso.

Pues bien todo esto no solo es posible, sino que podría estar empezando a suceder sin que nos enteremos.
Indicios recogidos en todo el mundo nos llevan a pensar que nos encontramos en vísperas de conocer el gran secreto: la clave de los mayores enigmas de nuestro mundo y, sobre todo, la fuente de un poder inimaginable.

Para conocer los antecedentes de esta historia debemos remontamos a una época increíblemente remota, decenas de miles de años antes de la aparición de nuestro primeros registros históricos.
En aquel tiempo parece haber existido una civilización cuyo recuerdo ha pervivido en las leyendas y mitos de prácticamente la totalidad de los pueblos de la tierra en diversos lugares del globo han sobrevivido vestigios de ella: edificios y artefactos que se han convertido en una pesadilla para científicos y arqueólogos.
No sabemos si sus artífices fueron seres humanos o algo diferente, si eran originarios de nuestro planeta o llegaron aquí como consecuencia de alguna inimaginable peripecia.

Lo que suponemos, porque en esto coinciden todas las leyendas que sobre ellos se escribieron, es que eran dueños de conocimientos que les permitían realizar prodigios inaccesibles para nosotros, haciéndoles aparecer como dioses a los ojos de nuestros antepasados.
Estos enigmáticos seres no eran dioses, sino tan solo los depositarios de un saber que les otorgaba un poder casi ilimitado comparado con el de nuestros ancestros. Y estamos seguros de que no eran dioses porque, en lo que también coinciden esas leyendas es que ese conocimiento fue la causa de su crepúsculo.

La Atlántida, o como se la quiera llamar, desapareció casi de la noche a la mañana destruida por la insensatez de sus habitantes que, borrachos de soberbia, hicieron mal uso del don que se les había otorgado.
Los supervivientes se dispersaron por todo el globo. Con el discurrir de los siglos, la antigua ciencia trasmitida de maestro a discípulo a través de generaciones se fue contaminando de superstición.

Quedaron los ritos, pero la explicación de todo ello se había extraviado hacia mucho tiempo. Así nacieron las ciencias ocultas, la astrología, la alquimia, las disciplinas espirituales y hasta la magia.
Sin embargo, es posible que la antigua ciencia no se haya perdido para siempre y ahora mismo estamos en vísperas de adquirir un conocimiento que, en cuanto a compresión del Universo, nos colocaría a la misma altura de aquellos míticos seres a quienes nuestros primitivos antepasados llamaron dioses.

El secreto comienza a dibujarse a partir de una nueva disciplina (o tal vez no tan nueva) llamada física hiper-dimensional.
En 1976 el mundo esperaba expectante las primeras fotografías tomadas por la sonda espacial Viking.
Nadie podía imaginar que esas imágenes enviadas desde millones de kilómetros de distancia serian las portadoras de secretos demasiados inquietantes, demasiado desestabilizadores, tanto que la propia NASA podría haber intentado hacerlos desaparecer.

Las imágenes procedentes de la región conocida como Cydonia mostraban la existencia de un vasto conjunto de cuerpos de apariencias artificial entre los que destacaba la bautizada como "esfinge de Marte" una gigantesca cabeza esculpida en piedra cuyo rostro, orientado hacia el espacio, nos devolvía la mirada inquisitiva que habíamos dirigido hacia este planeta vecino durante milenarios.

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