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miércoles, 27 de octubre de 2010

COMO Y CUANDO MEDITAR ?

Aunque cualquier momento es bueno para meditar, al principiante le sirven de gran ayuda la paz y la tranquilidad.

Las primeras horas de la mañana son muy adecuadas, porque el día aún no ha empezado y la men¬te está despejada. Sin embargo, es posible que algunos se sientan más relajados y dispuestos a meditar por la noche.
Elige un momento, dedícalo a meditar con regularidad y alégrate de tenerlo. Si puedes, no dejes que nada interrumpa tu práctica regular.

Sea cual fuere la meditación o el ejercicio curativo que hagamos, debemos entregarnos a él.
No debemos soñar en el futuro ni hacer planes mentalmente.
No debemos hurgar en el pasado ni aferrarnos al presente.
Seguramente surgirán todo tipo de ideas o experiencias mentales durante la sesión de meditación, pero en lugar de aferrarnos a ellas debemos dejar que vayan y vengan.

Practica un rato cada día. Aunque practiques durante un espacio breve de tiempo, la perseverancia mantendrá viva la experiencia contemplativa y te guiará por el camino del bienestar.

¿Cuánto rato debemos meditar?
Tu mente es la que te proporcionará el bienestar, de modo que la respuesta depende de tus necesidades y de tu capacidad.
Puedes meditar unos minutos, media hora o una hora entera. Puedes meditar varias horas descansando de vez en cuando.
No le prestes demasiada importancia al tiempo; limítate a sentirte cómodo.
Es conveniente practicar cuando nos sintamos felices, sanos y relativamente libres de problemas.
De este modo, cuando nos enfrentemos al sufrimiento (que sin duda llegará) estaremos preparados.

Desgraciadamente, muchos de nosotros necesitamos pasar por la experiencia del sufrimiento para interesarnos por las soluciones espirituales.
Cuando estemos angustiados por el dolor y la confusión, es probable que tengamos menos claridad, energía y ocasión de meditar.
Dodrupchen advierte:
Es muy difícil practicar el camino del bienestar cuando nos encontramos cara a cara con situaciones difíciles.
Por lo tanto, es importante practicar los ejercicios espirituales para estar preparados cuando surjan circunstancias desfavorables. La situación cambia mucho si empleamos una técnica que ya hemos practicado.

La postura
El propósito principal de las diversas posturas de meditación es relajar los músculos y abrir los canales del cuerpo para que la energía y la respiración puedan fluir naturalmente por ellos.
Cualquier postura en que nuestro cuerpo esté recto y relajado, pero no tenso, permitirá el flujo natural de la energía y hará que la mente esté tranquila y flexible.

Este refrán popular tibetano resume la intención de la postura física:
Si tu cuerpo está recto, tus canales estarán rectos.
Si tus canales están rectos, tu mente estará recta.
Una de las posturas más famosas de la meditación budista es la postura del loto, en la que la persona se sienta en el suelo con las piernas cruzadas, apoyando el pie derecho sobre el muslo izquierdo y el pie izquierdo sobre el muslo derecho.
A los occidentales les resulta mas fácil la postura del medio loto, con un tobillo apo¬yado en la pierna contraria.
Si os sentáis sobre un cojín pequeño, el tronco se elevará ligeramente y os sentiréis un poco más abiertos y relajados.

Colocad las manos sobre el regazo, la derecha encima de la izquierda, con las palmas hacia arriba y las yemas de los pulgares tocándose.
Los codos deben estar ligeramente separados del cuerpo, en una postura natural, no encogidos ni apretados hacia dentro.
Hay que bajar la barbilla para permitir que el cuello se incline ligeramente, de modo que la mirada se fije sin esfuerzo en el suelo, a uno o dos metros de distancia.
La punta de la lengua se apoya suavemente en el paladar superior.
Lo mas importante es mantener la espalda erguida.
Algunas personas tal vez encuentren esta postura muy incómoda si tienen problemas de espalda.
Quien lo prefiera puede meditar sentado en una silla, pero debe asegurarse de que la silla le permite mantener la espalda recta y no doblada. Sea cual fuere la postura elegida, recuerda que el propósito no es estar incómodo.

El propio Buda tras años de experimentar con practicas ascéticas, abandonó la mortificación del cuerpo.
Debes sentirte lo bastante cómodo como para que tu mente pueda relajarse y concentrarse.

Lo ideal es meditar sentado, pero en realidad nuestra mente es capaz de proporcionarnos bienestar dondequiera que estemos y en cualquier circunstancia, siempre que estemos atentos.

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