A lo largo del día conversamos con quienes nos rodean: pareja, hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, alumnos, vecinos, desconocidos…
Incluso hablamos solos en un inacabable dialogo interior. Todo el tiempo estamos hablando. Se nos conoce por lo que hablamos, por nuestra parquedad, por las cosas que decimos, y se nos juzga por la calidad de nuestra conversación. Juzgamos a las personas por lo que dicen, porque las palabras revelan de una forma clara la energía que mueve a aquella persona. Cada palabra que decimos puede poseer una fuerza o energía distinta a las demás en función de aquello que queremos transmitir.
Así a modo de ejemplo podemos encontrarnos con algunos de los siguientes casos:
-Hablar sin haber escuchado al otro. En estre caso nuestra personalidad es tan fuerte que no deja espacio para que escuchemos a los demás. Es una respuesta egoísta y emocional, y demuestra poca permeabilidad a escuchar y reflexionar sobre las propuestas ajenas. La mayoría de conflictos aparecen debido a que no nos tomamos el tiempo necesario para interpretar y escuchar al otro. Podemos aprender a escuchar y a estar más recepcivos a aquello que nos digan los demás.
-Hablar para herir, burlar o criticar a otro. Este es un recurso muy utilizado por casi todas las personas. Ignoramos que los demás son un espejo de aquello que no nos gusta de nosotros mismos y desperdiciamos nuestra energía burlándonos de los demás. No es constructivo y no aporta elementos conscientes a nuestras relaciones a nuestra vida y además consume la mayor parte de nuestra energía creativa. Podemos evitar esta lacra y conseguiremos descargar y purificar nuestro ser interior de esta polución astral.
-Hablar enfadado o subido de tono. Cuando nos enfadamos o perdemos el control tal vez decimos cosas que no deberíamos decir o en un tono que no es el apropiado. Podemos decir aquello que se tiene que decir sin chillar y con un tono correcto sólo hace falta poner un poco más de atención en nuestras palabras. La ofensividad en las palabras hiere y demuestra una obsoluta falta de control interno.
-Hablar demasiado. La charla desordenada y desbocada está por todas partes. Se presupone que debemos estar a todas horas hablando con los demás y esto no es del todo cierto ni correcto. Hablar comporta el uso de nuestras energías. Si hablamos de cosas banales y sin sustancia nuestro ser interior se imprega de ello y pierde vida. Es necesario hablar de aquello que es necesario y nos eleva. Es bueno decir solamente aquello que el otro necesita oir y nunca demasiado para no llegar a ser pesado. No es agradable oir a alguien que sólo habla de él. Evita aquella conversación que gire alrededor de tu personalidad o la de cualquier otra persona.
-Hablar usando estrategias para ganar las discusiones. ¿Qué nos mueve a querer ganar siempre las discusiones?¿Qué queremos demostrar con eso? ¿Tal vez una falta en nosotros mismos? No es necesario demostrar nada a nadie. Las conversaciones deben ayudarnos a crecer si las usamos para afianzar nuestra autoestima no dejamos espacio para que nuestro Ser interior se exprese y aprenda.
-Sentirse herido al hablar. La susceptibilidad excesiva no es recomendable al entablar una conversación. Hemos de trasladar el foco de nuestra conciencia a nuestro Ser interior y no a nuestros sentimientos. Si estamos pendientes únicamente de cómo nos herirán los demás no estaremos receptivos al amor, al respeto mútuo o a crecer con las relaciones y perderemos infinidad de ocasiones únicas para nuestro autodesarrollo.
EJERCICIO DE AUTOEVALUACIÓN
Os proponemos un ejercicio de autoevaluación. Escuchate atentamente cuando te acerques a hablar con alguien. ¿Qué percibe la gente de tu parte?¿Un policía de censura?¿Un egocéntrico?¿Un manipulador? O, por el contrario, alguien flexible o respetuoso, un aprendiz que comparte su sabiduría abierta y humildemente. En el mundo todo funciona con palabras. Si sabemos hablar con las palabras y la actitud correcta haremos de este mundo un mundo consciente donde cada ser humano use utilice este sagrado don para mejorar continuamente y difundir el don del amor.
Recordemos que el sabio debe aprender a estar silencioso ante el mal, sin perder tiempo en quejar inútiles y en demostraciones de dolor y sin perder su energía en palabras. Sin embargo, debe hablar cuando es necesario el estímulo, emplear la palabra con fines constructivos, expresar la fuerza del amor en el mundo. El control de la palabra puede ser una meta fácil que cada uno de nosotros puede ponerse a hacer a partir de ahora mismo.
Un corazón bondadoso puede controlar una lengua desatada.
sábado, 25 de septiembre de 2010
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Y POR FAVOR, DEJA TU HUELLA ANTES DE RETIRARTE, NO PIERDAS EL CAMINO DE REGRESO, QUE LA LUZ UNIVERSAL TE ACOMPAÑE.